Lo miró largamente.
Se desprendió el botón.
Desanudó su camisa.
Se dejó llevar.
Bailó en su ir y venir.
Aspiró su olor tendido a lo ancho del aire.
Tomó una bocanada de su aliento.
Musitó.
Lamió y relamió sus labios
con ese sabor tan suyo.
Jugó con sus dedos.
Abrió sus brazos y los cerró
tratando de retenerlo.
Sonrió de humedad.
Se envolvió en su desparpajo.
Se dejó socavar...
Porque ése:
el del beso en los pies,
el de la verde utopía,
el de la danza única,
el del frío y el miedo,
el de la hora exacta,
el de la caricia sanadora,
el de la música susurrante,
el de ese instante, esa nube y ese sol,
el de ese vaivén y esas espumas,
no volvería.
Fue la vez que
lloró de cara al mar.
(Nadie baila dos veces la misma danza.)
Foto Tolhuin