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...o këmamëll, voz del mapudungún: "corazón del árbol", el centro, el meollo...

jueves, 25 de julio de 2019

Marcos Pastrana o saber leer la vida.



No sé si es válida la comparación pero así como a veces esperás que la amiga o el amigo chispeante abra la boca para hacer un chiste y de ese modo alegrarte el día, y te predisponés a sonreir aún antes de que lo haga, de Marcos Pastrana esperás siempre que lo que diga esté cargado de sabiduría. Y no falla, ¿eh?. Yo no digo que Marcos tenga la responsabilidad de decirte siempre algo que quieras escuchar, o que a veces no pueda hacerte un chiste. Menos que tu amiga/o no pueda decirte algo serio y sabio que vos tomes y valores...  Me refiero a que brota siempre de la voz de Marcos una "otra" sabiduría  que te invita, que se junta con tus propios conocimientos, no la "sabiduría" que está parada en un pedestal. Nada de lo que te diga Marcos te puede pasar inadvertido. Te deja reflexionando y así terminás aprendiendo algo más, y él también porque lo que lo hace sabio a tus ojos y a tu corazón es que aprende todo el tiempo. Pudiste corroborar que nos transformamos en los encuentros con Marcos, por más breves que sean. Esto que escribís lo venís pensando hace tiempo y a la tarde en una conversación te lo confirmó Claudia en la radio...  A ella, Marcos, le dijo la palabra justa en el momento preciso y escuchándola referir ese episodio quienes estaban allí y lo conocen no pudieron más que asentir en forma muda y sonreir al mismo tiempo.
Decís a quienes aprendemos de él y con él,  que con Marcos nos quedamos en un profundo silencio, como no nos pasa con casi  nadie.  Primero, queremos guardar cada palabra que nos dice para citarla o transmitir a otros u otras. Después nos damos cuenta de que nos llega tan hondo que resulta dificil no hacerla nuestra, encarnarla y a la vez mutarla según lo que tomemos de ella y hayamos aprendido. Y es complicado reproducir todo ese proceso junto.

A mí me pasó el día que lo conocí y con el primer diálogo que tuve con él, que fue breve, preciso e intenso, tanto que me hundí en un silencio sinónimo de inquieta paz con lo último que le escuché antes de entrar a una reunión de la que participaríamos. Después, en la misma reunión, me daban vueltas sus dichos, tanto que escribí el diálogo en una libretita que todavía no había estrenado porque no quería olvidarme ni una sola palabra. Mi silencio y lo que parecía una acción de tomar apuntes en medio de la asamblea se hicieron cómplices de esa hoja en blanco que inauguraba un posible borrador.

Eso también tienen los encuentros con Marcos, porque él no te dice frases célebres ni sentencias ni te hace bajadas de línea. Lo suyo es la dialéctica, dicen por ahí. Entonces te ves obligada  a reproducir la conversación completa para ver cómo te fue cambiando o haciéndote descubrir algo que ya tenías pero no habías leído aún.

Foto Hito Tolhuin  Octubre 2017
A menudo me encuentro reflexionando y/o escribiendo acerca de lo que en mi vida son hitos, cuando puedo detenerme y mirar hacia atrás. Es decir, aquellos que tienen que ver con atravesar un momento, hacer arte, conocer a alguien, parir, tomar una decisión, etc, etc. Podría decir, con ese criterio que mi vida está llena de ellos, cosa que es verdad, porque cada hecho me transforma un poco, pero lo cierto es que hay algunos que son más hitos que otros.

Y no siempre un "más hito" es sonoro o rimbombante o se presenta visible como un sólido poste de piedra. A veces, es una palabra dicha a tiempo por alguien que recién conocemos seguida de un silencio profundo, una distracción en medio de una asamblea, una libreta cómplice. Y casi siempre, con el paso del tiempo y en el intercambio con compas vas reafirmando qué tan hito es un hito.

Y en un día fuera del tiempo volvés a la libreta de 2017, seguís hilvanando historias y te dan ganas de empezar a escribir una semblanza de cuando conociste a Marcos o inaugurar una sección denominada "más hitos".











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