A Odiseo.
Contrariamente
al modo de todas las penélopes
no eligen mis brazos,
ni mis pies, ni mis vértebras
el alargado tejido diurno
hasta la víspera de la nada,
hasta el umbral del destejer
y destejerse.
También extendida y cuidadosa,
emprenden mis manos
la tarea de bordar
en espera de la barca
donde, como en el revés
de un rito, desbordamos
y nos desbordamos.