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...o këmamëll, voz del mapudungún: "corazón del árbol", el centro, el meollo...

sábado, 10 de enero de 2015

La pura verdad de Paco Urondo.

Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.

Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:

siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.

Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor y miedo y apremio.

Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.

Me avergüenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,

un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.

Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin darme cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a cualquiera o aburrir de golpe.

Mis errores han sido olvidados definitivamente; mi memoria ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.

El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme, pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algun día.

Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la Cenicienta, aunque algunos
me recuerden con cariño o descubran mi zapatito y también vayan muriendo.

No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.

La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado
por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta.

Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:

sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.

Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no sirve y se corrompe.

Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.

Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida

Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.

Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme

Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.

(Poema en "Del otro lado", 1960-1965. Obra poética de Francisco Urondo.
Adriana Hidalgo editora. Buenos Aires, 2007)

sábado, 3 de enero de 2015

Poesía: bombardeo brutal, vital y constructivo.

De voces, umbrales y aullidos.

quién sos en este camino andado
y andariego

el demasiado bueno
el talismán
el obstáculo
la que sabe
el fuego
la calavera iluminada
las cenizas
las semillas
el amor
el misterio
el ministerio
el conjunto de huesos
un hermano de la manada


por qué

si soles oscuros
en la primavera de Perséfone



si letanías vedadas
en tiempos de cenit



si caminata abismal
en el revés de la sombra



estás acá
todavía