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...o këmamëll, voz del mapudungún: "corazón del árbol", el centro, el meollo...

sábado, 13 de junio de 2009

La risa de mi abuelo.

Hace casi veinticinco años que se fue pero su risa aún ilumina, como lo hace la luz de los "grandes" en el corazón de los niños.

Comenzaban los años 70 y en casa había un televisor, en blanco y negro, claro. Los abuelos, que vivían enfrente y no disponían de ese elemento tan indispensable, se cruzaban un ratito después de la cena. Eran como una fiesta esos instantes compartidos.
Cuando había "fóbal", como decía el abuelo, la visita era más larga, lo mismo cuando pasaban boxeo. A mí nunca me gustó ni un deporte ni el otro, pero me quedaba perpleja observando las reacciones de mi abuelo. Disfrutaba con los goles que él gritaba y me angustiaba cuando un boxeador argentino perdía la pelea.
Era también la época de "Titanes en el ring". Él se entusiasmaba como un niño viendo las luchas de esos musculosos vestidos con mallas. Y cuando yo todavía no sabía leer ni escribir ponía igual pasión haciendo de mi maestro y enseñándome a cantar el Himno Nacional Argentino. El método era decir la letra y que yo repitiera. Luego acompañábamos con la melodía... No recuerdo cuánto duró ese proceso de aprendizaje. Lo que sé es que lo cantábamos juntos, en cualquier momento del día, pero luego de la última estrofa hacíamos un silencio de tres segundos y yo tenía que decir:-Vicente López y Planes y Blas Parera, era nuestro momento solemne, ya que nos divertíamos bastante, sobre todo el abuelo con mis equivocaciones y ocurrencias, ya que cuando llegábamos a la parte de "... o juremos con gloria morir..." preguntaba más de una vez qué tenía que ver Gloria, la profesora de guitarra de mi hermana.
Con él también aprendí la letra de varios tangos de Gardel y Lepera: “Volver”...con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien.Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada; “Mi Buenos Aires querido”...cuando yo te vuelva a ver no habrá más penas ni olvido; "Cuesta abajo"... en mi rodada, las ilusiones pasadas ya no las puedo arrancar; "Soledad"...yo no quiero que nadie se imagine cómo es de amarga y honda mi eterna soledad. En mi larga noche el minuto muele la pesadilla de su lento tic-tac. Hasta me enseñaba a pronunciar como el cantante. Hoy pienso que tal vez para él todas esas canciones eran himnos.
Hay un gesto en particular que recuerdo del abuelo de todos esos momentos compartidos: su risa. No tenía carcajada, sino que apretaba bien los dientes y hacía un sonido como si saliera el aire por la nariz y por la boca al mismo tiempo. Todo esto acompañado por un movimiento leve del cuerpo.
Más de una vez no entendí de qué se reía, como quizás le suceda, aún hoy, a la mayoría de los chicos respecto de los mayores.
Como aquel verano en el fondo de su casa...Los abuelos tenían, entre otras curiosidades, un gallinero, y una de esas tardes en que me crucé, escabulléndome para que no cayera sobre mí la siesta imperial que me hacía perder inolvidables experiencias, escuché un gran cacareo. Del otro lado del alambrado veía volar, confundidas en una nube de tierra, las plumas de más de una de las aves. Debo confesar que ya desde esa época le temía a estos seres pero ese miedo no me intimidaba demasiado sino que me hacía curiosear más aún entre ellos, cuando estaban encerrados, por supuesto; lo cual me hacía acercarme al recinto hubiera o no alboroto, incluso antes de iniciar cualquier otra actividad, .
-¡Abuelo, abuelo! Algo pasa, andá a ver. ¡Se están peleando, se van a lastimar!-. En este momento del relato , el abuelo, que me esperaba sentado a la mesa con el juego de dominó preparado, hizo el amague de levantarse. Se había puesto muy serio con el temor que yo le manifestaba. Entonces continué:- El gallo malo está arriba de la gallinita blanca. La está peleando, abuelo, y ella no puede defenderse...
El abuelo apretó, pues, los dientes y se sacudió levemente. -Dejalo la está pisando nomás-.Dijo riendo. -¿Pisando?-, dije- yo creo que es muy fuerte, abuelo, como la pisa...porque no lo hace con un solo pie como en "pisa pisuela, color de ciruela"... y la va a matar...-.
Yo contaba con escasos cuatro o cinco años y él no me explicó nada más, sólo siguió riendo; aún cuando, después de iniciada nuestra partida diaria, parecía recordar el hecho y comenzaba otra vez a mostrar los dientes.

...Con todo esto y mucho más, mi abuelo es un "arquetipo" para
mí...
Muchas veces, cuando por estos días me encuentro en soledad o un poco perdida, me gustaría hallarme bajo los frondosos paraísos, en la larga mesa hecha con tablones para jugar dominó con mi abuelo, en el verano y a la hora de la siesta :esa que nunca
quise dormir.




El abuelo con mi hermana en 1963.

1 comentario:

  1. Felicitaciones por el diploma. Pedagogía Social: un cruce de disciplinas con la mirada puesta en la gente. Cordialmente. Gustavo D´Orazio.

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