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...o këmamëll, voz del mapudungún: "corazón del árbol", el centro, el meollo...

viernes, 11 de septiembre de 2009

AROMA FRUTAL. Dedicado a los docentes argentinos.



Isabel Botana, maestra argentina. Escuchando nuestros cuentos como homenje en el Club del Progreso. 5 de septiembre de 2009.



27 de agosto de 2009, E.N.S.P.A
Escuela Normal Superior "Próspero G. Alemandri"
Unidad Académica, ISFD N° 100 de Avellaneda.



Siempre había querido ser maestro, desde que recuerda... cuando su hermana cinco años mayor lo sentaba a él y a dos más pequeños en fila debajo de los árboles. Pedía la tarea, enseñaba las vocales, les hacía dibujos para que ellos pintaran...y así discurrían las siestas de verano.

Muchas veces quiso ocupar el lugar de su hermana...estar al frente en ese patio más poblado de aromas frutales que de niños, escribir el día y la fecha con pedacitos de carbón en la pared que daba a la parte de atrás de la casa.
-¡Pase al pizarrón, Marquitos!- le decía ella, entonces, él, henchido de orgullo, ante la admiración de los dos chiquitines, desfilaba entre las baldosas sorteando obstáculos, ya que de tan separadas permitían el crecimiento de diferentes tipos de hierbas. Ya en el frente, escribía lo solicitado por la mayor y muchas veces, simplemente, le tocaba echar agua con una jarra, con el único fin de borrar precariamente los garabatos de tizne hechos por sus hermanitos. Los sábados, la limpieza del paredón se hacía a cepillos y detergente y con la participación de todos los integrantes de esta comunidad educativa.

Siempre se había imaginado vistiendo el guardapolvo blanco, las manos entrelazadas por la espalda y la frente erguida, emocionado y mirando flamear el pabellón patrio.
Se veía en el aula, inclinándose para tomar la mano de los más pequeños y enseñarles a dibujar sus primeras letras; así, como había hecho con él su maestro Lucho.

Siempre había sentido curiosidad por los secretos que encierran los libros. Desde aquel primero que le regaló su padre, casi por casualidad, pues había ido a la librería del pueblo y había pedido "un libro para que Marquitos mirara y lo pudiera mantener quietecito y con la pierna en alto luego del accidente en el campo". Su padre no sabía leer entonces y la muchacha vendedora le había elegido "Cinco semanas en globo".
Con la misma fruición leyó, mucho tiempo después, otras aventuras: los libros de pedagogía propuestos por su profesora.

Siempre había soñado con recibir su título y festejar con su familia ese logro. Y ese día caluroso de diciembre, sus deseos, esos deseos, comenzaban a cumplirse; también en un patio, cuando por el micrófono pronunciaron su nombre precedido de "Maestro Normal Superior...". Y allí estaban: su primera maestra cinco años mayor, sus hermanos menores, su madre y de algún modo, su padre. Pero había pasado un buen tiempo y la familia se había agrandado por entonces. Marquitos tenía una esposa y tres hijos ... Ese día soñado, junto con el guardapolvo blanco, él llevaba puestos los 50 años y un nieto, y lo esperaba otra fiesta...allí, en la escuela rural donde había transcurrido su niñez y que ahora había elegido, para acompañar otras infancias.




2 comentarios:

  1. SER DOCENTE. SER MAESTRO. QUE BUEN AROMA, QUE BUEN DECIR. GUSTAVO.

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  2. Quién necesita lifting? El de hoy, sí! que fue una inyección de juventud!

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