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...o këmamëll, voz del mapudungún: "corazón del árbol", el centro, el meollo...

viernes, 2 de julio de 2010

De indiferencias e infidelidades.

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Haga como si nada hubiese pasado.
Un hombre discute acaloradamente con su esposa. En realidad es ella la que eleva su temperatura corporal reprochando, despotricando y gritando. Que los hijos, que la indiferencia, que su amante, que la mascota, que la pintura descascarada en toda la casa, que las colecciones que ocupan todos los espacios, que el baño mojado, que las toallas fuera de su sitio, que el dinero malgastado, que la suegra con la oreja útil pegada a la puerta...
El hombre comienza a escuchar el enérgico discurso de su esposa. Exactamente cuando ella va por la décima palabra, un sopor incontrolable se apodera de él. Los chillidos de la mujer se han metamorfoseado en acariciante canción de cuna. El hombre baja los párpados y emite, similar a una letanía, un ronquido, el primero en la sucesión infinita que acompañará las horas de penumbra y profundidad.
Cuando despierta, luego de seis horas, se halla renovado. La Providencia se ha encargado de que sueñe bonito, de que la música de su grupo favorito lo acompañe hasta el preciso momento en que decide levantar nuevamente los párpados.

Ahórrese las flores.
Un hombre sale puntualmente de su oficina. Pasa por el puesto de flores y compra un ramo bien colorido para su esposa. Cuando en la intersección de dos avenidas se produce un embotellamiento, baja rápidamente del taxi y camina las cuatro cuadras que le quedan para llegar a su casa. Mientras sube al primer piso se percata de que él vive en una planta baja. Se le nubla la visión, se confunde. La escalera y el pasillo le resultan, de todos modos, muy familiares. Un aroma de glicinas le despierta todos los sentidos. Recuerda al amigo que mantiene desde la más tierna edad. Se da cuenta de que en realidad ha llegado hasta la puerta de la casa de éste. Una alegría imprevista se apodera de él cuando escucha los pasos que se dirigen a atender su llamado, reconoce en ellos unos tacones de juventud...
Es ahora el olor a alcohol etílico el que lo hace recapacitar. Está recostado en el sillón. Alguien le aflojó la corbata y le quitó los zapatos. Las flores que traía consigo están dispuestas prolijamente en un jarrón. Su esposa está frente a él. Ha cambiado considerablemente su aspecto físico desde que se despidió de ella esta mañana.
-No era necesario el ramo, querido-, dice la mujer e inmediatamente aparta los muñequitos y le corta una porción de su flamante pastel de bodas.

1 comentario:

  1. AMBOS RELATOS ME HAN GUSTADO. INTRIGA, REMATE Y HASTA PLACIDEZ EN ELLOS. NOS VEMOS HOY, PATRI, FELICITACIONES. GUSTAVO.

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