Los pasos del regreso
vienen cargados de la noche.
La noche es el ladrido de un perro,
la pesada niebla ,
el domingo que pasó
pero se resiste a irse, todavía.
La noche es el invierno
atravesado por un ladrido,
en la tenaz agonía del domingo.
Como en otra oscuridad:
el vaivén quejumbroso
de los trenes;
alguna voz remota;
los pasos, diseminados
en ecos repetidos.
Desde el umbral se oye.
Al otro lado habita un silencio
denso, impermeable, tosco.
La noche es un aullido amordazado,
una boca desmesuradamente abierta,
y muda,
cabalgando en la espesa soledad.
¡Qué fuerte, qué potente, amiga! ¡Qué despliegue de creación! Gracias.
ResponderEliminar...esa espesa soledad...conmueve tu poema, planta sentido vital, reflexión...muy armónico en tiempos y coloratura...abrazo.
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