Cuatro elementos: queso de cabra,
ajo, pan, miel,( juntos).
La fiesta: el milagro del encuentro.
Cuerpos.
Una copa de rapsodia azul profundo.
La banda de sonido: leer en voz alta,
retomar el diálogo, la voz
defensora de las palabras.
Vamos a caballo de una locura,
como podar el lado oscuro
de los sueños, cosechar
entre cielos y nieves eternas
un grito exigiendo libertad,
pensar el sabor que de chicos
guardábamos en el corazón,
volver a la tierra, volver al girasol.
El eterno retorno a los orígenes.
Locos por la música del agua,
la espuma del mar.
La brasa siempre encendida
y el amor en vísperas,
a caballo y después de la lluvia.
Las manos que vuelven a curar.
Otra vez la paradoja:
nada que decir (con palabras).
Hicimos mucho más
cerca de los cóndores
que al pie del cerro.
Somos como somos.
Frutos de otros encuentros,
semillas de flor azul,
molinos de esperanza.
Somos la hora de los jinetes,
el largo camino de un mito,
historia, ríos.
Lo inexorable: temible salto
mortal al silencio.
Pero somos,
seguimos siendo centauros.
Y ahora, en el vacío
a sembrar el bosque.
Aprender de lo que perdura
en el desierto.
Intimidad insensible
del océano, nostalgias
que buscan entre un
"quiero ser", un "quieren"
y un "soy",
Lealtad a lo imposible,
lo inasible. Y la danza
de la dignidad.
Las preguntas de la memoria,
sensación bandoneón.
Llegarán las lluvias
estés o no estés.
Puede no haber despedida
pero, a la hora de la verdad,
sin equívocos, sin arte,
nos besará
la boca reseca del Adiós.
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Collage y fotos: Tolhuin