Intento sumergirme
blandamente
en la ausencia
total
de sombras.
Instante preciso
de llegarme,
de mirarme...
quizás también
me perdone.
El día fue un ir y venir,
un eludir el brocal,
un caminar en círculos
tentando al abismo.
Certeza de que no fue éste
el único toque de queda,
ruido encandilante,
en el descenso.
¿Me pasó
una vez,
dos veces,
o siete veces...?
Desde el fondo,
ahora,
con el frío subiendo
desde mis pies fangosos
miro hacia donde presiento,
está la roldana.
Profundo...
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