Es como encontrarse en un lugar pequeñito que se va estirando y, sin darte cuenta, la que quedás chiquita sos vos en ese mundo de libros, historias, poesía y coincidencias.
Primero es Pepa que te recibe, casi antes que Natalia. Pepa se adelanta. Los ojos de Pepa lo hacen. Después todo es pleno goce entre charlas y mates con yuyos, fregadas y ronroneos.
Con Natalia conversamos como si nos conociéramos desde hace tiempo, como si ya lo hubiéramos hecho muchas veces. (Entiendo y me entero que a muchos les pasa esto mismo).
Y estamos tan a gusto en ese lugar que nos cobija que el tiempo pasa sin que lo advirtamos.
Es que mi amiga Gabi y yo hicimos el mejor plan: visitar la librería que Natalia Romero alimenta y mantiene viva.
"A cien metros-de la orilla" se llama.
Conversamos con urgencia porque sabemos que Natalia tiene que dar una clase pero como nadie toca el timbre seguimos y seguimos.
La librería respira, late, se mueve, tiene sus funciones vitales en perfectas condiciones tanto que además se le da por convocarnos, llamarnos, hablarnos, convidarnos.
De pronto jugamos, son poetas quienes forman ronda con nosotras. Leemos poesía hasta sin leer. Desafiamos el tiempo con los trabalenguas (carcajadas del canje por un jacarandá), con la emoción de abrir un libro azarosamente y encontrar un latido, con la luna en piscis, con la circunstancia de reconocernos en lugares comunes, con el intercambio poético de alguna receta, con hablar de los abuelos como si recién nacieran.
Así, el timbre seguiría sin sonar...
Es hermosa y cálida Natalia, en eso coincidimos Gabi y yo. Perdón, "en eso también coincidimos", debí decir.
Patri.
"..."En San Telmo se cuenta otra historia con un mismo espíritu, la de A cien
metros de la orilla (www.acienmetros.com.ar), de Natalia Romero, que
pasó de trabajar en una tienda de diseño a dedicarse de lleno a las
letras y los libros. "Escribo desde hace muchos años, y mi vínculo con
algunos libreros particulares, como en Eterna Cadencia y Librosref,
encendió una lucecita que fue difícil de esconder. 'Nati leete esto';
'Nati llegó esto otro'. Y las ganas de querer tener mi propia librería
fueron más fuertes. La idea de poner un local era una locura, imposible,
así que comencé tímidamente con una plataforma Web donde recibía
consultas y hacía envíos. La mayoría de los pedidos yo los llevaba en
bicicleta, y siempre estaba atenta a las cosas nuevas que iban saliendo,
las publicaciones de las editoriales independientes que a mí más me
interesaban, lo desconocido, con poca difusión." Hoy, en un entrepiso de
un departamento sobre la calle Defensa hay tres paredes completas
atestadas de libros, y allí Natalia es librera de a ratos, también dicta
talleres de escritura, escribe, lee "y además cocino y duermo". Todo
funciona en un mismo espacio, y la intimidad de su casa y el vínculo
directo con los que llegan hasta allí le aportan magia al proyecto. "El
crecimiento es lento, cuesta, pero hay mucha gratificación."..."
"...Todo lo que hacemos está relacionado con la poesía,
noescierto? Descubrir una librería es descubrir un mundo, y la de
Natalia es un bello mundo, con escaleras de peldaños blancos, gata
anfitriona con nombre de galletita, cactus que recortan su silueta en el
vidrio, lápices negros y de colores y libros, libros y libros que
llaman, dispuestos a abrir la puerta e irse con el visitante".
María Gabriela Moreno.