Cuatro
CONTAR LOS CUARENTA
Inventario tipológico-literario de bancos, asientos y posatrastes del Parque Centenario 9 de Julio (San Miguel de Tucumán, República Argentina)
¿Cuándo fue la última vez que te sentaste en el banco de una plaza? ¿Te acordás de alguna historia vivida a partir del acto de posar tu humanidad en uno de ellos? ¿Pensaste alguna vez cuántos tipos de bancos y asientos hay en una plaza o parque según su material, diseño, color y textura?
En el Parque 9 de Julio, situado al este de San Miguel de Tucumán, ellos no sólo se nos presentan en una gran variedad, sino también nos despiertan la inspiración para escribir historias. Ésta es la cuarta.
A veces me siento solo, es cierto. Bullicio a mi alrededor en horas de la tarde no significa buena compañía. No sé si estoy viejo o qué pero últimamente los ruidos me espantan más que nunca. Cuando tenía vida el árbol atraía tantas otras vidas que era un regocijo estar en este rincón del parque, pero desde que lo talaron hasta la tierra a su alrededor se resecó, y la verdad es que a veces da un poco de tristeza ver cómo se transformó el paisaje con la ausencia de ramas, de nidos, de trinos. Para colmo hace tiempo que no nos acaricia la lluvia, tanto, que no hay barrito donde dejar huellas. Y no lo digo sólo yo sino también algunas voces que andan por acá.
Por ahora me sigo reconfortando cuando miro los atardeceres, estoy todos los días de cara al oeste, firme sobre mis patitas, dándole mi espalda marrón a las aguas turbias del lago. Ése es el momento más esperado, cuando se ven los rayos de sol entre los árboles lejanos. Parece un espectáculo ¡pero es tan natural! Además, hermoso y nostálgico, no sé cómo expresarlo. A veces con las últimas luces se dibujan figuras en el pasto que me recuerdan otras épocas y me dan ganas de cantar o hacer un gorjeo al menos, pero aunque me esfuerce no puedo.
Por suerte me fue dado escuchar. Sí, aunque no lo crean. Yo y mis congéneres de este parque podemos escuchar todo: conversaciones, discusiones, pregones. Y cuando digo "congéneres" también me refiero a lo que quedó del viejo árbol que ahora sirve como asiento o plataforma o posahorneros. Un árbol que fue sombra, casa, refugio, amigo, no pierde la memoria ni su capacidad de escuchar.
Mi mayor felicidad es la presencia del hornero: todas las tardes, paradito en lo que queda del árbol que tal vez lo cobijó, mira y se regocija igual que yo, sólo que él sí suelta con sus trinos la oración de la tarde.
CONTAR LOS CUARENTA
Inventario tipológico-literario de bancos, asientos y posatrastes del Parque Centenario 9 de Julio (San Miguel de Tucumán, República Argentina)
¿Cuándo fue la última vez que te sentaste en el banco de una plaza? ¿Te acordás de alguna historia vivida a partir del acto de posar tu humanidad en uno de ellos? ¿Pensaste alguna vez cuántos tipos de bancos y asientos hay en una plaza o parque según su material, diseño, color y textura?
En el Parque 9 de Julio, situado al este de San Miguel de Tucumán, ellos no sólo se nos presentan en una gran variedad, sino también nos despiertan la inspiración para escribir historias. Ésta es la cuarta.
A veces me siento solo, es cierto. Bullicio a mi alrededor en horas de la tarde no significa buena compañía. No sé si estoy viejo o qué pero últimamente los ruidos me espantan más que nunca. Cuando tenía vida el árbol atraía tantas otras vidas que era un regocijo estar en este rincón del parque, pero desde que lo talaron hasta la tierra a su alrededor se resecó, y la verdad es que a veces da un poco de tristeza ver cómo se transformó el paisaje con la ausencia de ramas, de nidos, de trinos. Para colmo hace tiempo que no nos acaricia la lluvia, tanto, que no hay barrito donde dejar huellas. Y no lo digo sólo yo sino también algunas voces que andan por acá.
Por ahora me sigo reconfortando cuando miro los atardeceres, estoy todos los días de cara al oeste, firme sobre mis patitas, dándole mi espalda marrón a las aguas turbias del lago. Ése es el momento más esperado, cuando se ven los rayos de sol entre los árboles lejanos. Parece un espectáculo ¡pero es tan natural! Además, hermoso y nostálgico, no sé cómo expresarlo. A veces con las últimas luces se dibujan figuras en el pasto que me recuerdan otras épocas y me dan ganas de cantar o hacer un gorjeo al menos, pero aunque me esfuerce no puedo.
Por suerte me fue dado escuchar. Sí, aunque no lo crean. Yo y mis congéneres de este parque podemos escuchar todo: conversaciones, discusiones, pregones. Y cuando digo "congéneres" también me refiero a lo que quedó del viejo árbol que ahora sirve como asiento o plataforma o posahorneros. Un árbol que fue sombra, casa, refugio, amigo, no pierde la memoria ni su capacidad de escuchar.
Mi mayor felicidad es la presencia del hornero: todas las tardes, paradito en lo que queda del árbol que tal vez lo cobijó, mira y se regocija igual que yo, sólo que él sí suelta con sus trinos la oración de la tarde.
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