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...o këmamëll, voz del mapudungún: "corazón del árbol", el centro, el meollo...

jueves, 17 de noviembre de 2016

Oeste.

Recorro el barrio de la infancia,
ahora que vuelvo de un viaje sanador
que ha evocado aquellos años.

Los relieves de las calles,
los vientos en las esquinas,
los juegos en las veredas, los olores, 
las generosas ventanas han cambiado,
y hasta las sinfonías
de los vendedores de frutas...
pero veo un árbol intacto, tal vez único,
que ya era grande y viejo en aquel siglo,
o así lo imagino en el recuerdo
de mi baja estatura.

No sé el nombre que le asignaron
pero lo descubro, lo miro de arriba a abajo
y lo recorro acaso como un viaje.

"Sobreviviste", pienso,
y me veo inclinando la cabeza
como a los cinco para alcanzar
con el asombro ese rayo de luz
que se abre paso
desde su cresta verde.       
"Sobreviviste", le digo
y me parece que también él dice:
"Todavía estoy.
Soy el mismo pero no soy el mismo".

Y así me gusta creerlo.

En su sombra, que ahora cubre todo el asfalto,
su efecto se ha magnificado
y el mundo ha dejado que sucediera.

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