Espero porque se me ocurre que los pájaros van a venir por la noche a decirme algo.
Tal vez sea porque estuve pensando en ellos todo el día, persiguiéndolos despacito para tomarles fotos u observando sus comportamientos.
Mi amiga tiene fascinación por fotografiarlos en vuelo pero yo prefiero captarlos cuando se acercan lo suficiente. Así que mientras ella sale corriendo detrás de los que huyen me siento sigilosamente a esperar. Y espero.
Hoy, en ese banco viejo de la Casa de la Memoria se posaron todos los de nombre conocido para mí.
Venían por turnos y a veces se interrelacionaban, aunque más no sea para echarse unos a otros.
Fue hermoso como transcurrió el tiempo sin que me diera cuenta, viendo revoloteos, búsquedas de alimento en la tierra, escuchando trinos y lo que parecía "una protesta" en la voz de la calandria mientras saltaba del árbol al banco y de éste al suelo.
Me acordé de algo que leí una vez acerca de la inteligencia de las aves y de las redes que pueden llegar a formar, de sus emociones y sentimientos.
Me acordé de los colibríes que anidaron en mi casa y de la visita a una laguna
donde no me alcanzaban los ojos para tanta maravilla.
Me acordé de Basilio Argimón hablando con los tordos y de las tres notas de un zorzal en la ventana al final del invierno.
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