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...o këmamëll, voz del mapudungún: "corazón del árbol", el centro, el meollo...

jueves, 13 de febrero de 2020

Pelos de gato

Dibujo de Guadalupe Carrizo, fuente
de inspiración del texto

Soñé que un dios me había dado cuatro vidas.
Soñé que un dios me avisaba cuando ya había perdido dos.
Soñé que le preguntaba a un dios cómo tenía que hacer para tener una sola, bien vivida, sí, pero una: como Raquel, como Genaro, como María Itatí.
Soñé que un dios me decía que si yo podía morirme una vez más era lógico que me quedara después una sola vida.
Soñé que le consultaba a un gato cómo había hecho él con siete.
Soñé que un gato me decía: -¡pelotuuuuda! ¿vos te creíste ese verso humano?
Soñé que un gato comía y se iba a dormir sobre mi sillón favorito, y roncaba y llenaba de pelos mi vestido de fiesta. Yo me moría pero como me quedaba una vida más me fui a comprar una tela para hacerme una nueva prenda y así estrenarla en mi última vida. Ahora sí, la única.
Ya no soñé más, me dediqué a vivir, a sonreir, a pisar descalza y fuerte, a ponerme y quitarme el vestido, a andar desnuda por ahí.
El gato se reía dormido y el dios leía a los pies del sillón.

miércoles, 5 de febrero de 2020

¿Cuántas veces más va a salvarme mi gata?

Ahora mismo está echada, 
sin tocarme 
pero lo suficientemente cerca y alerta 
como para acompañarme 
adónde sea que yo decida ir
y echarse 
sin tocarme 
pero lo suficientemente cerca y alerta 
como para acompañarme 
adónde sea que yo decida ir
y echarse 
sin tocarme 
pero lo suficientemente cerca y alerta 
como para acompañarme 
adónde sea que yo decida ir
y echarse 
sin tocarme 
pero lo suficientemente cerca y alerta 
como para acompañarme 
adónde sea que yo decida ir
y echarse 
sin tocarme 
pero lo suficientemente cerca y alerta 
como para acompañarme 
adónde sea que yo decida ir
y echarse 
sin tocarme 
pero lo suficientemente cerca y alerta 
como para acompañarme 
adónde sea que yo decida ir
y echarse 
sin tocarme 
pero lo suficientemente cerca y alerta 
como para acompañarme 
adónde sea que yo decida ir


martes, 4 de febrero de 2020

Lo que no se puede detener

"como cuando encontré la justicia en el mundo/ y era como tu rostro/ mejor dicho, te amo" Juan Gelman (De Fotografías en Velorio del solo, 1961)

Abro un viejo cuaderno. "Palabra salvadora: irrestañable", dice con mi despatarrada grafía en los primeros renglones de una página par que son  los últimos utilizados hace tiempo. Retomo desde allí desconociendo el porqué de esa breve escritura. Ignoro si en aquella época me proponía hacer una lista que quedó en un solo ítem, si se truncó un texto más consistente o simplemente fue una ocurrencia al escuchar una canción. Lo cierto es que mientras navego en la siesta calurosa de febrero esta palabra parece querer tirarme un nuevo salvavidas. Me gustan su sonido, sus acepciones, su poesía... y, sobre todo, el desafío de encontrarme con una escritura que no sé a dónde me llevará. Pienso en un río, en una herida, en sangre. Sí, son esas  las imágenes que fluyen. Pienso también en el "fluir" de las palabras, de los poemas. Escribo algo que no me conforma pero ahí queda dormitando en el cuaderno para que me lo encuentre, tal vez, en otra etapa de la vida.

Me obstino. "Palabra salvadora: irrestañable" ¿Dónde la leí? ¿En qué canción la escuché? Me viene una melodía pero no puedo asociar el contexto. Empiezo una búsqueda. Trato de hallar en mis conexiones, en mi memoria la etimología de esos dos renglones.  Fracaso porque no me acuerdo, porque el cuaderno tampoco me ayuda ya que no es precisamente un instrumento del orden.
Navego en el mundo blogger (que a veces también me salva) y cuando estoy a punto de naufragar, encuentro en La  Runfla de Rufianes  un fragmento de "Contra las telarañas de la costumbre", la introducción de Interrupciones I de Juan Gelman, escrita por Julio Cortázar en 1981, desconocida hasta hoy por mí. En un pasaje dice: "Lo más admirable en su poesía es su casi impensable ternura, allí donde más se justificaría el paroxismo del rechazo y la denuncia, su invocación de tantas sombras desde una voz que sosiega y arrulla, una permanente caricia de palabras sobre tumbas ignotas. Cada diminutivo, cada nombre dicho como quien acuna o tranquiliza, hinca todavía más hondo la irrestañable denuncia de esas innúmeras muertes que tantos de nosotros llevamos como un albatros atado al cuello y sin saber volverlas del lado de la luz..."

Allí aparece la palabra en cuestión, que pasa por el momento a segundo plano porque quedo invadida y atravesada por esa definición de Cortázar acerca de la obra de Gelman.
Ahora me asalta la palabra ternura, el significado, el ejercicio de. Busco textos (que sí me conformaron entonces) escritos por mí acerca de esta cuestión.

Vuelvo a mi estremecimiento con Cortázar acerca de la obra de Gelman. Cada palabra, cada idea me llevan a evocar al poeta y sus poemas, su voz, su ternura, la de Cortázar y la de esa Runfla que me abrazó hoy con la publicación del 2007: Gelman habla por nosotros.

Vuelvo a la palabra salvadora... Lo único que se me ocurre decir es que si yo fuera la Patri de tercero o cuarto grado con toda la ternura de la infancia y mi maestra me pidiera una oración con esta palabra para incorporar a mi vocabulario, escribiría en aquel cuaderno (que no es éste del cual estuve hablando pero podría ser), con mi grafía despatarrada que no evolucionó hasta el día de hoy:

"Cuando la ternura empieza a fluir es irrestañable"

https://patri-kemamell.blogspot.com/search?q=hemos+perdido+la+ternura
http://larunfla.blogspot.com/search/?q=Juan+Gelman
http://www.juangelman.net/2011/01/09/1147/