Iba riéndome sola por las calles.
Primero fueron las anchas magnolias cerca de los cables despidiendo su olor hipnótico.
Después, asomarme a cada bocacalle, mirar como me enseñó mamá y descubrir por lo menos un jacarandá a un lado y al otro.
Iba con la camisa violeta que me regaló mi amiga y me daba placer estar en consonancia con el paisaje.
Iba avanzando por el camino entre trinares y olores blancos y lilas. Con la felicidad de los días nublados en que se intensifican ciertos colores y aromas.
Y empezó el juego en el que salí ganando porque cruzaba cada calle y me preguntaba ¿dónde estará el próximo amigo? e inmediatamente se hacía presente, cerca de la esquina, a mitad de cuadra o llegando al final. A veces eran dos tapizando ingenuamente de flores las veredas.
Así se hizo la risa del camino.
Iba sintiéndome libre a cada paso, con la libertad que me daban las elucubraciones que sólo aparecen en las caminatas, con ese entretejido único y el goce de andar, apoyar la planta de los pies, distraerme por cualquier motivo, volver a los sentipensamientos y parir alguna idea, no importa cuál pero parir,
Este cuerpo mío, esta cabeza mía, caminantes a cielo abierto, este corazón que me canta "a cielo abierto la alegría, no la megaminería"
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