que el aire entre y salga fácil
cuando respires
que consigas poner a tu favor
cada huracán en contra
y que por cada soplo tuyo
algo se encienda
que permanezca brasa
el tiempo suficiente
para que no te apagues vos
Iris Rivera
que el aire entre y salga fácil
cuando respires
que consigas poner a tu favor
cada huracán en contra
y que por cada soplo tuyo
algo se encienda
que permanezca brasa
el tiempo suficiente
para que no te apagues vos
Iris Rivera
Llegué tarde. Pero ¿quién me quita lo caminado si para diez segundos de oler jazmines me desvié quince cuadras?
Hoy, 1° de diciembre, día en que conmemoramos el cumpleaños de Norma, me vienen nuevamente los recuerdos. Esta vez más remotos, octubre del 79, cuando yo cumplía 13. Mi tía a la cabeza junto con mi tío Rulo y mis primos, me trajeron un hermoso regalo. Tengo muy vívidas las imágenes en la vereda de mi casa. Sí, los había estado esperando afuera, mientras en el comedor mi mamá, mi abuela y tal vez mi hermana iban preparando la mesa para el festejo.
El regalo era un bolso cuadradito, de jean (tela de vaquero, decíamos por entonces) con algunos detalles de cintas de colores, y antes de que pudiera agradecer, mi tía se anticipó con ansiedad y me dijo: - Abrilo, abrilo, hay algo más-. Yo, que habia pensado que el relleno era puro bollo de papel como suele ocurrir con los bolsos, me apresuré a correr el cierre y vi que ahí estaba.
Era un disco simple de ABBA. Mi tía me dijo que se trataba de una canción que se escuchaba en el mundo entero, que
estaba de re-moda. Lo cierto es que me la pasé activando el tocadiscos y gastando durante meses ese Lado A de “Chiquitita”
que contenía la letra ideal para mí en esa época. El dolor que encadenaba, la sombra
de gran pena en los ojos, el llanto, el ala quebrada. Pero también las palabras
para levantar el ánimo, la idea de que hubiera alguien que escuchara mis penas. Indudablemente era la poesía adecuada y había llegado
de la mano de Norma, con su amor, su ansiedad y la alegría de verme desenvolviendo
la sorpresa de un objeto dentro de otro.
Ahora que pasaron tantos años, me emociono al pensar en esos
regalos, por los objetos en sí y por la forma en que llegaron a mi vida.
Ahora que mi tía Norma ya no está en este plano me gusta
pensar que ella, de algún modo, es una de las estrellas que brillan por mí allá
en lo alto, que quiso y quiere verme sonreír, que siempre me ofreció el
hombro para que llore y "así seguir andando"; que compartió, como la del día de mis 13 años, cada una de mis alegrías.