Hemos perdido la ternura,
como quien abre la mano
en un descuido.
La perdimos y ahora
no sabemos qué hacer en esta intemperie.
¿Podremos recuperar
la ceremonia risueña
en la que dábamos vida plena
a esa hermana encantada?
¿O tendremos que adosarnos
esta nueva ausencia
que da cabida al miedo
y nos ofrece a un tiempo
la desconfianza
y la coraza?
Similar sensación
a la del olvido,
si quizás el olvido
en vez de apatía
fuera una sensación:
ignoramos dónde, por qué y cómo.
Ignoramos el desconocimiento
hasta bien metido el temor
en la sangre y en el hueso.
Un día ya no encontramos estrella,
ni arrullo, ni rito;
sólo una longeva carencia.
Volando salió la ternura
cuando en aquel descuido
abrimos la mano,
cuando dejamos escapar la tibieza,
cuando empezamos
a sostener el miedo.
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