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...o këmamëll, voz del mapudungún: "corazón del árbol", el centro, el meollo...

martes, 17 de diciembre de 2019

Ancestro



Mi hermana las clasificaría como "fotos de antes" y después reiría ante mi determinación de decirle que  todas son de antes, que todavía no tenemos fotos reales, físicas, del futuro. Supongo (y lo pienso mientras seguimos hablando) que la ciencia-ficción ya tomó el caso.
Entiendo perfectamente lo que mi hermana dice. Ella hace una comparación con las fotos "de ahora", las de "durante" porque de "después" no hay. Y reímos.

Estas fotos en blanco y negro aparecieron hoy en ese confuso momento dado entre el sueño y el despertar. Sabía que estaban en algún lugar y las encontré.
Aunque en algunas no parezca, cada una corresponde a una celebración, porque ¿de qué otra forma llamaríamos a ese instante en el que nos predisponemos (o nos predisponen) a mirar a la cámara, ese instante que quedará en algún lugar físico, "eternizado"?
Me aparecieron estas fotos como una sucesión, como si contaran una historia (y es que la cuentan), como el resumen de cuarenta años de una porción de vida que fue hace más de cuarenta años. Y me detengo en las dos últimas, las de verdadero festejo con el otro u otra, las de cumpleaños.

¿Me detengo y qué...? Pienso en la sonrisa de mi papá que celebra mi primer cumpleaños, en su abrazo, en su cara tan redonda como la mía. Pienso en sus cuarenta años de 1973 (en un 17 de diciembre como hoy), en mis siete y en el momento de esa foto porque recuerdo bien cuando me senté rápidamente en la pierna de mi papá para celebrar el flash.
Ahora me detengo en la de Juancito a los tres años...
Ahora quiero detenerme en las de juventud...
Ahora me detengo aquí, recordando, celebrando fotos de antes y de ahora. Se me mezclan, se entretejen los tiempos, las historias, los festejos, los paisajes, los colores.

Cuántas fotos en una foto, cuánta celebración, cuánto futuro.



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