I
Quiero ser de humedal y benteveo
II
Un círculo tapizado de hojas secas. Ocho mesitas de cemento con sus correspondientes dameros y sus banquetas firmes y duras.
Alguien dejó una botella con agua.
Aparece un perro, de esos con collar coqueto que sueltan en la plaza para que defequen. Y defeca.
Se sube a una de las banquetas para alcanzar la botella sobre la mesa. Y la alcanza.
La tira al piso y la mordisquea.
Su humano apenas lo mira de lejos.
Sigue mordisqueando la botella para romperla. Y la rompe aunque no lo suficiente como para introducir su lengua y beber de su contenido.
De pronto, un silbido.
El perro levanta la cabeza, toma la botella y corre hacia su amo. Chorrea agua en el caminito curvo.
Una voz: -¿qué hacés? ¿Por qué traés porquerías?.
El perro salta, lloriquea, ladra, le señala como puede, al dueño, la botella.
Ahora, las manos, colocan con firmeza la correa en el collar azul francia, tironean hasta que deja de haber resistencia y llevan en dirección oeste al perro que ya cagó, jugó cinco minutos y ahora camina muerto de sed hasta su domicilio en el barrio de edificios de tres, seis y ocho pisos.
III
Palo borracho de flores blancas a mitad de cuadra junto al poste con el aro de basquet.
Viejita encorvada dándole maíz a las gallinas en el patio delantero.
Casa de la familia C. con su frente cargado de azulejismo.
Mandarinos asomando por encima de la tapia hecha de bloques.
(Fue el 4 de junio pero podría haber sido hoy)
No hay comentarios:
Publicar un comentario