Semanas enteras con sus días completos y a toda hora peleando contra las muertes de mi gato.
No sé si venían de a una, de a dos o todas juntas. En visitas inesperadas y otras en las que hasta tomábamos un café. En distintos horarios, con interrupciones nocturnas del sueño. Fugazmente o interponiéndose cada dos o tres pasos.
En forma simbólica o como parte de mis retorcidos pensamientos.
Vestidas como la Madame La Mort de Manucho, despojadas de pilcha, portando cuello isabelino o metamorfoseadas en sonda, jeringa o cánula.
Pensar que un gato me había tratado de "ingenua" cuando alguna vez hice referencia a sus siete vidas. Ahora sé que la lucha fue larga e intensa y que por lo menos una vida Tito salvó porque me mira ahora mismo mientras leo en voz alta, se me acerca, me amasa cuatro segundos y se retira a los pies de la cama para dormir su séptima siesta del día, libre, feliz y cubriéndose la cara con sus patitas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario