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...o këmamëll, voz del mapudungún: "corazón del árbol", el centro, el meollo...

sábado, 16 de mayo de 2009

EL MISTERIO DE LOS TRES SOBRETODOS. Roberto Arlt. Tercera parte.

Una de las más interesadas con los robos que se cometieron era Ernestina, empleada de la sección “Expedición al interior”.
Esta Ernestina es la muchacha de cuyo cajón el misterioso ladrón substrajo el sobre que contenía doce pesos.
Ernestina creía tener un hilo que podía llevarla a establecer la identidad del ratero. Esta empleada merece una referencia, porque su actuación fue importante y curiosa:
Activa como la mujer de un enano, Ernestina, físicamente, era más flaca que un gato famélico. Cuando se sentía contenta trepaba por los árboles, también como un gato. Observando su minúscula figura no se imaginara jamás que fuera tan vigorosa y resistente. Daba puñetazos tremendos.
Ernestina aspiraba a ser. Vaya a saber lo que aspiraba a ser, pero cuando salía de la oficina, un día sí y un día no, se metía en un montón de academias diferentes. Seguía cursos de inglés, de estenografía, de francés. Los que la conocían no sabían qué admirar más: si su flacura, su resistencia o su actividad.
Personalmente estaba indignada contra el ladrón.
—Ese hombre es un canalla —decía—. Nos está robando a nosotros, que somos más pobres que las ratas.
Lo que no dijo fue esto:
—Es tan ladrón que hasta se roba las “medialunas” que tomamos con el café con leche.
No lo dijo, pero lo pensó.
Efectivamente, el misterioso ladrón de los tres sobretodos, del cinturón sin hebilla, de las medias de seda, acostumbraba a robarse las “medialunas” que las muchachas no terminaban de comer con el café con leche que tomaban por la tarde.
Casi todas las empleadas llevaban a la tienda el café con leche en un termo. Ernestina había observado que cuando no tenía ganas de comerse las “medialunas” y las dejaba en el cajón de su escritorio, para comerlas al día siguiente, una mano misteriosa que había revisado el cajón, se había llevado las “medialunas”.
Ahora bien: aunque Ernestina no hizo ningún comentario al respecto, dedujo:
1° El ladrón de la tienda no era empleado ni empleada, porque ningún empleado ni empleada se quedaba después de la hora de salida y, además, ninguno de ellos le hubiera robado a su compañero una o dos “medialunas” para tomar con el café con leche.
2° Por lo tanto, el ladrón de las “medialunas” era un hombre que merodeaba por las oficinas después que ellos salían.
3° Un hombre que es capaz de revisar un cajón y robarse una “medialuna” es un ser humano sin sensibilidad, con la justa mentalidad para robarse un cinturón sin hebilla, un metro de seda o los tres sobretodos.
4° En consecuencia, el ladrón de las “medialunas” era el ladrón de las prendas anteriores, y actuaba en el comercio exclusivamente por la noche.
Sin embargo, Ernestina tuvo un escrúpulo. ¿Y si se equivocaba?
He aquí en qué podía consistir su equivocación:
Pudiera ser que, por la noche, uno de los hombres encargados de la limpieza revisara los cajones, encontrara las “medialunas” abandonadas, y suponiendo que eran desperdicios, las arrojara a la basura. Si así ocurría, su tesis era equivocada.
Resolvió hacer una prueba.

continúa...

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