Todos los jueves veo el atardecer en la ruta. Rojo, amarillento o abigarrado. A menudo, el sol tras los carteles o, en medio de los árboles, como un fruto que se excede en sus dimensiones. A veces llego tarde a la caída soberbia y parsimoniosa. Es decir, que el cielo ya está encendido. Y ese retraso es un prodigio.
Tus palabras son prodigiosas. ¡Te quiero!
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