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...o këmamëll, voz del mapudungún: "corazón del árbol", el centro, el meollo...

jueves, 16 de abril de 2020

Ausencia del hijo

No me di cuenta, no estuve
o miré hacia ese otro horizonte.
Ahora, se me adeuda la distracción.
Infierno espina en mis cuerdas vocales;
el adiós que entonces no vi venir
me levanta la mano risueño
en medio de la niebla de mi frágil memoria.
Y no hay vacío; hay un pensamiento
que todo lo inunda cada instante del día.

Monstruo omnipresente.

Lo sentíamos en la infancia
cuando nos dormíamos
por prepotencia de llanto.
Era miedo y tal vez no lo sabíamos.

Ahora estoy rodeada de muertos
que me piden irse.
Uno de las palabras, un muerto de los gestos,
uno de los ritos, un muerto
que sostiene una bandera
a pesar del deceso.
Todos de mí con su solicitud.
Lo sé, terminarán yéndose,
confundiéndose entre la niebla.
Pero no siempre hay exorcismo
al nombrar.

No siempre decir "miedo", ahuyenta
drástica y definitivamente.
Pronunciar el adiós no garantiza despedida.
El infierno hará su trabajo, ahora lo sé,
porque yo estuve ausente o no quise saber
que te soltabas de mi mano.

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