Supimos de muchas anécdotas que ocurrían en las casas, como el hecho de que toda la familia leyera el libro o el de una estudiante que le puso el nombre completo a su amado perrito: "Profe, es hermoso, una ternura, y así de chiquito, le puse (de nombre) Luis Sepúlveda"
Empezábamos la mañana de buen humor y perduraba porque la narrativa del autor chileno dejaba su magia en el aire, sus palabras se multiplicaban y después daban ganas de escribir, charlar o fabricar títeres con lo que imaginábamos de sus personajes.
A Luis Sepúlveda le debo el despertar de conciencias, el estímulo a la inagotable creatividad de adolescentes, la amable conexión con la escritura de muchos y muchas, la excusa para hablar de las emociones en el aula.
Le debo el acompañamiento, aunque nunca lo supo, durante años y años de docente, y también de narradora.
En un tiempo, celebramos una "Fiesta en la primera hora de clase..." Ahora, en época de pandemia y a causa de ella despedimos con mucho dolor, aunque lo seguiremos celebrando, a este taumaturgo de las palabras y de las historias entrañables.
(1) https://patri-kemamell.blogspot.com/2013/07/fiesta-las-730-am.html
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