del patio de la infancia
abriéndote paso
entre las baldosas.
Con tu grito verde no dabas descanso
a mi curiosidad de los seis
porque lo mismo podías llamarme
desde una grieta
como desde el interior de un caño.
Hoy te descubro tan pura
como mi mirada de aquel tiempo
y reinvento una y otra vez
la alegría del brote
en el vaso
con la arena
y el papel secante.
Te admiro desde tu promesa
bajo el manto de la helada.
Invisible,
desde tu cuna tierra,
desde tu cuna hueco,
desde tu cuna frasco
o maceta
o escombro,
desde las sombras
que te protegen,
desde el surco
que la mano del humilde
te ofreció.
Te sé quitándote
una a una las capas
durante el sueño
hasta la epifanía
de tu grito fulminante.
Soportás todas las inclemencias
menos la mano del mezquino,
el maldito que te agrede
y a todos envenena.
No sé si te lo dije:
vos y mi infancia se parecen.
qué hermoso, Patri...
ResponderEliminaruna conjunción de nostalgia, descripción certera y denuncia...
abrazo.
Muy hermoso, amiga, un genuino canto a un ser genuino, como vos.
ResponderEliminarMis cómplices queridos, qué lindas voces le pusieron a este poema. Los abrazo agradecida.
ResponderEliminarHermoso tu poema Patri. Me desperté con ganas de leerlo, lo busqué y lo encontré. Feliz! Un abrazo
ResponderEliminar¡Qué alegría, amiga! Gracias por tu comentario. Abrazo grande.
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