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...o këmamëll, voz del mapudungún: "corazón del árbol", el centro, el meollo...

jueves, 22 de octubre de 2020

Banderines

Y hoy fueron brotes de zapallo. Aunque tratándose de tanta vida no puedo hablar de desentierro sino de trasplante. 

Ahí estaban como esperando en una bolsa con compost. 

Un tallo pequeño y firme coronado por dos hojas como labios que se abrían, ávidos. Otro tallo pequeño y firme coronado con dos hojas como labios que se abrían, ávidos ... Y otro. Y otro más...

Ya tuvimos zapallos varias veces en el patiecito. ¡Qué abundancia, qué regocijo! ¡Cuánta vida avanzando hacia la puerta de la cocina, hacia el lavadero, trepándose a otras plantas valiéndose de esos  rulitos encantadores!. Y después, el disfrute de la obra de la naturaleza. 

Ya tuvimos, decía,  pero ahora está todo ocupado por otras vidas y otros verdes.

Recurro a un sueño que tuve o imágenes de algún otro jardín o huerta. Veo zapallos colgando de la soga de la ropa, de la baranda de la escalera que lleva a la terraza, de un alambre que atraviesa el otro patio, el de baldosas. 

Encuentro tus zapatillas abandonadas, esas que descartaste por estar destruídas y tanto tiempo estuvieron a un costado del jardín que empezaron a formar parte del paisaje y de la fila de macetas con pequeñas plantas. Todavía son buenas contenedoras y me sirven para estos nuevos brotes llenos de vida, sueños y esperanzas.

Tomo con cuidado la bolsa de compost por donde asoman para buscar la luz, los plantines de zapallo. Ahora que los vuelvo a ver se me aparecen como manos abiertas pidiendo o entregando, más bien entregando. Uso mi mano como cuchara (no hay nada que en este presente me guste más ni me haga sentir tan bien). Formo un cuenquito y tomo una buena porción de esa tierra olorosa que fue naciendo tras el rito de cada almuerzo, de cada cena, de cada sueño... Tomo una buena porción por debajo de las raíces. Me inunda una maravillosa frescura que no parece física solamente. Coloco ese tesoro en las zapas. Quiero que los plantines se hagan más fuertes para poder liberarlos luego en una buena cantidad de tierra que se está preparando y ayudarlos a trepar para que cubran todo, todo como guirnaldas de alimento vivo para compartir, alimento libre de veneno, en medio de una ciudad ruidosa, colgando como ropa o banderines para una fiesta o lamparitas anaranjadas, en el patio de una casa.


Aunque a veces ya no sé qué ni cómo hacer me sigo aferrando a estos "desentierros" para contar historias cargadas de sueños, de pequeñas y tal vez insignificantes rebeliones.

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