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...o këmamëll, voz del mapudungún: "corazón del árbol", el centro, el meollo...

jueves, 31 de diciembre de 2009

Contada por la PAZ a cielo abierto.


Porque el trabajo por la paz no se termina, queremos sumarnos a la marcha mundial con nuestro pequeño granito de arena (¿Quién puede decir qué es grande o pequeño cuando de acariciar las almas se trata?). Por eso los invitamos a compartir cuentos. Vengan todos los que quieran escuchar y contar. Traigan amigos, hijos, sobrinos, tíos y abuelos. Traigan el mate. Traigan cuentos y poesías. Traigan ganas de construir un espacio de paz. La cita es . . .

. . . ¿dónde?

En la Plaza de los Españoles (Islas Malvinas, Arrecifes, Cardozo y Pehuajó), casi frente al club Mariano Moreno, en Castelar.

. . . ¿cuándo?
El sábado 2 de enero

. . . ¿a qué hora?
A las 19 hs.
ANA MARÍA ODDO.


La fotografía pertenece a una actividad desarrollada en el programa de radio "A plena voz", cuyos hacedores tuvieron la amabilidad de compartir. Para conocer más sobre la radio, las actividades y este grupo maravilloso de narradores, visiten el blog: Cuentos a la oreja verde

¡LOS ESPERAMOS EL SÁBADO!

lunes, 12 de octubre de 2009

VENGO A DARTE LA MANO. Daniel Toro. Julio Fontana.

.

Vengo a darte la mano como hermano,
como hermano también quisiera hablarte.
Vengo a darte la mano y a escucharte
porque es sabio escuchar estando atento.
Vengo a darte la mano porque siento,
que tu sangre me corre por las venas,
que tu pena se abraza con la pena
de este ser y no ser que llevo adentro.
Porque soy y no soy, hermano mío.
Porque estás y no estás para la historia.
Es que quiero fundirme con tu gloria
para agrandar el cauce de tu río.
Vengo a darte la mano como hermano,
a romper el tabú de las fronteras.
Vengo a darte la mano porque afuera
alguien quiere robarnos el mañana.
Vengo a darte la paz de mis campanas,
a ofrecerte mis hijos y mi casa.
Qué otra cosa esperabas de mi raza,
de tu raza latinoamericana.
La América del Sur es como un potro
que se revela ante el castigo duro
No pretende ser mucho más que otro
pero tampoco menos que ninguno.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Juancito se las arregla.

Su ámbito era un cuarto al que se accedía saliendo al patio de la casa: una suerte de tallercito, con más metros de largo que de ancho, adonde iban a parar todos los objetos cuyo destino inexorable debió ser la basura. A la espera de vaya a saber qué suerte de milagro que los reparara, se depositaban allí.
Él, mi papá, se pasaba horas en “el galpón”, rodeado de esa chatarra; quitando piezas de un lado y colocándolas en otro; desechando a medias los tornillos, tuercas y arandelas herrumbrados por el tiempo; clasificando piezas minúsculas en latas a las que la juventud las había abandonado hacía mucho; pintando de un verde chillón tanto repisas y puertas como cuadros de bicicletas; escuchando simultáneamente a dos locutores en una radio mal sintonizada de la que pretendía lograr un sonido más nítido aumentándole el  volumen; y consumiendo los cigarrillos que mamá no le permitía fumar en el interior de la casa.
“Juancito se las arregla“, era la frase favorita de mi abuela para hacer referencia a las virtudes de papá para solucionar cualquier desperfecto en la casa. Cada tanto se aparecía con algún electrodoméstico para que le revise, alguna “cosita” para que le pegue, cierta “maderita” que necesitaba un clavo.
Muchas veces lo escuché a él decir: “otra vez la vieja”, cuando, asomado a la ventana, la veía cruzar rapidito la calle con algún artefacto entre sus manos. Porque mi abuela siempre cruzaba las calles corriendo. Y se acercaba a casa, como dije, con el afán de que “Juancito” le solucionara un inconveniente.
Y “otra vez la vieja” no significaba “la viejita”, “mi viejita”, porque mi abuela no era su mamá, era su suegra.
A decir verdad, mi papá con lo único que se las arreglaba era con las bicicletas. Él sí que las dejaba siempre 0km. De muy joven había tenido afición a las carreras y además hacía grandes recorridos, como desafío. Ya un poco más grande se dedicó, entre otras cosas, al arreglo de muchas de ellas. Siempre había alguien en la puerta de casa con un rodado para que papá revisara. Y nos llegaba un:¡“Juancito”!, desde el cordón de la vereda, incluso antes de que la persona en cuestión pudiera ser divisada desde la ventana o desde la mirilla de la puerta.
La abuela nunca trajo una bicicleta. No tenía. No había aprendido a andar, ni siquiera cuando mi hermana mayor le había querido enseñar con una pequeña.

Ahora que recuerdo, cuando se trataba de inventar, papá, era un maestro. Así tuvimos una cortadora manual de césped a la que él le había agregado un motor. En realidad, el peso de este último hacía emplear mucha fuerza en el uso, por lo tanto todos preferíamos realizar la actividad de arreglar el jardín prescindiendo de “la maquinita”, como la llamábamos familiarmente. Pero hay que reconocer también que fue nuestra primera cortadora eléctrica. Siempre tratábamos de utilizarla cuando los vecinos estuvieran despiertos pues, además, hacía un ruido infernal. Muchas veces, saliendo de la panadería, que se hallaba a tres o cuatro cuadras de nuestro domicilio, podíamos darnos cuenta de que papá había comenzado a cortar el pasto.
Algo similar ocurría con un lavarropas viejo que había reparado con el motor de uno más nuevo. -¿Estás lavando, che?-. Preguntaba maliciosamente y a los gritos nuestra vecina, asomándose por el tapial.
"Juancito se las arregla", la frase favorita de la abuela...Y no sabemos de dónde dedujo ella que papá podía repararlo todo.
Quizás nunca se había enterado del episodio en que casi se prende fuego el árbol de navidad cuando había querido arreglar las luces. Ni aquel otro en que la estufa eléctrica comenzó a hacer pequeñas explosiones hasta quedar completamente quemada. Ese día mamá se enojó e hizo cortar la corriente y le prohibió a papá tocar siquiera los tapones para proveer a la casa de luz. Ese día, cenamos con velas, sin estufa y sobre todo sin diálogo.
Cierto día, mi abuela, había insistido tanto con la reparación de un aparato que, finalmente, él accedió. Vale decir que el artefacto en cuestión ya tenía un arreglo anterior y no de las manos de papá. Era, pues, una plancha que contaba con más de treinta años. Una pieza histórica, única y sumamente pesada. Por supuesto que el problema se hallaba en la parte eléctrica, rubro al que papá le escapaba luego de los episodios  mencionados.
Esa vez estuvo más de un día en “el galpón”, hasta que por fin entregó el artefacto.
No recuerdo bien los hechos que sucedieron a éste. Sólo sé que la abuela cruzó corriendo la calle, casi volando, entró a casa y, con una expresión en el rostro que yo nunca le había visto, exclamó:- ¡Ya no es eléctrica! ¡Ni de carbón! ¡Ahora es carbonizada!.
Por un tiempo no volvieron a aparecer los electrodomésticos rotos por casa y la frase favorita de mi abuela no se dejó oír hasta pasados unos cuantos meses.


Había varias cosas que papá no tenía que arreglar porque nunca fallaban: su afán por hacernos disfrutar de las golosinas los domingos, su exactitud para traernos la revista infantil los jueves, su interés por llevarnos a pasear en el colectivo que le prestaba su patrón cada tanto y su deseo de que nunca nos faltaran los lápices de colores. En todo esto sí que, a pesar de la época difícil que nos tocó vivir, Juancito se las arreglaba.

Papá, Juancito, con mi hermano, Mariano.

viernes, 11 de septiembre de 2009

AROMA FRUTAL. Dedicado a los docentes argentinos.



Isabel Botana, maestra argentina. Escuchando nuestros cuentos como homenje en el Club del Progreso. 5 de septiembre de 2009.



27 de agosto de 2009, E.N.S.P.A
Escuela Normal Superior "Próspero G. Alemandri"
Unidad Académica, ISFD N° 100 de Avellaneda.



Siempre había querido ser maestro, desde que recuerda... cuando su hermana cinco años mayor lo sentaba a él y a dos más pequeños en fila debajo de los árboles. Pedía la tarea, enseñaba las vocales, les hacía dibujos para que ellos pintaran...y así discurrían las siestas de verano.

Muchas veces quiso ocupar el lugar de su hermana...estar al frente en ese patio más poblado de aromas frutales que de niños, escribir el día y la fecha con pedacitos de carbón en la pared que daba a la parte de atrás de la casa.
-¡Pase al pizarrón, Marquitos!- le decía ella, entonces, él, henchido de orgullo, ante la admiración de los dos chiquitines, desfilaba entre las baldosas sorteando obstáculos, ya que de tan separadas permitían el crecimiento de diferentes tipos de hierbas. Ya en el frente, escribía lo solicitado por la mayor y muchas veces, simplemente, le tocaba echar agua con una jarra, con el único fin de borrar precariamente los garabatos de tizne hechos por sus hermanitos. Los sábados, la limpieza del paredón se hacía a cepillos y detergente y con la participación de todos los integrantes de esta comunidad educativa.

Siempre se había imaginado vistiendo el guardapolvo blanco, las manos entrelazadas por la espalda y la frente erguida, emocionado y mirando flamear el pabellón patrio.
Se veía en el aula, inclinándose para tomar la mano de los más pequeños y enseñarles a dibujar sus primeras letras; así, como había hecho con él su maestro Lucho.

Siempre había sentido curiosidad por los secretos que encierran los libros. Desde aquel primero que le regaló su padre, casi por casualidad, pues había ido a la librería del pueblo y había pedido "un libro para que Marquitos mirara y lo pudiera mantener quietecito y con la pierna en alto luego del accidente en el campo". Su padre no sabía leer entonces y la muchacha vendedora le había elegido "Cinco semanas en globo".
Con la misma fruición leyó, mucho tiempo después, otras aventuras: los libros de pedagogía propuestos por su profesora.

Siempre había soñado con recibir su título y festejar con su familia ese logro. Y ese día caluroso de diciembre, sus deseos, esos deseos, comenzaban a cumplirse; también en un patio, cuando por el micrófono pronunciaron su nombre precedido de "Maestro Normal Superior...". Y allí estaban: su primera maestra cinco años mayor, sus hermanos menores, su madre y de algún modo, su padre. Pero había pasado un buen tiempo y la familia se había agrandado por entonces. Marquitos tenía una esposa y tres hijos ... Ese día soñado, junto con el guardapolvo blanco, él llevaba puestos los 50 años y un nieto, y lo esperaba otra fiesta...allí, en la escuela rural donde había transcurrido su niñez y que ahora había elegido, para acompañar otras infancias.




martes, 1 de septiembre de 2009

Tertulias en homenaje a los maestros...

Club del Progreso, 5 de septiembre de 2009.
En el centro de la foto, Isabel Botana, maestra argentina que recibe el homenaje de la E.L.N.S de María Héguiz.
ARGENTINA NARRADA

sábado, 22 de agosto de 2009

Mujeres de mi niñez y de mi adolescencia.


Hay reencuentros que son importantes; otros, pasan inadvertidos.
Sin temor a exagerar puedo decir que éste es fundamental en mi vida.
No sólo abrazo a la maravillosa persona que es cada una sino que entro en contacto con una época, que es nuestra época; me vinculo con recuerdos que son nuestros recuerdos; experimento sentimientos que son nuestros sentimientos; veo imágenes que también compartimos.
La foto en la que estoy no es sólo la foto en la que estoy. . . ¿Sólo yo siento esto?
Indudablemente somos personas íntegras pero nos tomamos las manos y nos damos cuenta de que ese gesto era el que nos faltaba para arrancarnos esta sonrisa, y también esta lágrima que son especiales, únicas, irrepetibles.¿Hablamos todas juntas? ¿Aturdimos?
¡Qué importa! Acaso en este “decir superponiendo las voces”.. .¿no vamos entonando la canción de las miles y miles de palabras que para hoy estaban reservadas? Entonces nos damos cuenta: es éste un abrazo hacia fuera e indefectiblemente hacia el interior de uno mismo, mujeres de mi niñez y de mi adolescencia. En el reencuentro: MUJERES DE MI VIDA.




martes, 18 de agosto de 2009

Por algo es príncipe...

Dedicada al Antiprincipito, a Germán Amato y a todos los que viven la "poesía", (mujeres y hombres).

Parece ser que existe un príncipe
tan humanamente noble
que no puede ocultar ni el destello
ni la opacidad de sus ojos.
Tiene la mirada como el primer
brillo de la aurora o como la última
luz del día;
y a veces, como la noche más oscura,
entre las fauces del lobo.
Asusta.
Cuando levanta los párpados
aparecen todos los espejos
en donde la humanidad se mira.
Y las fogatas, esas que reúnen
para contar historias,
reviven en él con cada parpadeo.
Emana una voz entre sus pestañas
y un silencio color vino.
Mientras camina, silba...
y cuando silba, recuerda.
Viste un saco fuera de moda,
heredado tal vez.
Y en sus bolsillos lleva y trae,
entre la pelusa , una música
hecha con semillas
y otra, semejante al ruido molesto.
Los ríos de sus venas
desembocan en la poesía...
Camina, silba, recuerda.
Sus cabellos no alcanzan
para ser dorados
ni sus zapatos para pisar
la superficie de un asteroide.
Sin embargo...sus plantas
no siempre tocan tierra firme...
Por algo es príncipe,
(o princesa...o poeta).

lunes, 17 de agosto de 2009

José Francisco de San Martín y Matorras.



"INSPIRARLE AMOR A LA PATRIA Y A LA LIBERTAD"...expresa una de las máximas que el Gral San Martín legara a su hija Mercedes Tomasa. "El prócer", a 159 años de su fallecimiento, permanece vigente a través de sus pensamientos, tan necesarios en estos tiempos. Sencillamente, "un hombre", pero no sólo de "dichos" sino de hechos, porque esas máximas no eran un dictado de lo que pretendía este ser para su única descendiente directa, sino las palabras llenas de vida que resumen la coherencia que siempre manifestó entre su decir y su actuar.
Un político de la libertad, en defensa de los derechos humanos y los principios de igualdad.
El sentimiento más noble hacia dos valores que indiscutiblemente van de la mano: LA PATRIA Y LA LIBERTAD. No sólo lo entendió así sino que sus acciones le permitieron demostrar: que no hay patria posible sin alas que le permitan levantar vuelo y que la libertad bien entendida sólo puede ejercerse encauzada en los principios que llevan al bien común.
Este hombre honesto y sencillo pero de fuertes convicciones creía, además, que la educación era fundamental en el progreso de los pueblos: "...los días de inauguración de los establecimientos educativos son tan tristes para los tiranos como alegres para los amantes de la libertad. Las bibliotecas destinadas a la educación universal, son más poderosas que nuestros ejércitos para sostener la independencia...", había afirmado.
Nada más significativo para nosotros como argentinos y latinoamericanos, nada más representativo y digno de tomarse como ejemplo que la figura de este luchador que supo actuar consecuentemente con lo que pensaba, con lo que creía y con lo que sentía.





domingo, 9 de agosto de 2009

El homenaje de E.L.N.S a Alberto Vaccarezza. (Buenos Aires, 1 de abril de 1886 - 6 de agosto de 1959)


Una tarde cargada de emoción. Uno de los momentos de la tertulia con los "PREGONES DE BUENOS AIRES" en las voces de todos los narradores, entre ellos: nuestra profesora María Héguiz y la hija del escritor, Mercedes Vaccarezza.

domingo, 21 de junio de 2009

Juancito, mi papá.(1933-1994)

Una pasión de juventud:
las bicicletas de carrera.

Un trabajo de casi cuarenta años:
el colectivo.












¡GRACIAS, PA!

sábado, 20 de junio de 2009

"Ni la virtud ni los talentos tienen precio, ni pueden compensarse con dinero sin degradarlos."

...son algunos de los pensamientos de quien fuera

no sólo el creador de la bandera argentina:

Manuel Belgrano, el prócer muchas veces olvidado.(1770-1820)

Fue el perpetuo predicador de la libertad y, quizás sin proponérselo, hizo germinar las ideas de independencia. Frecuentemente se lo asocia al aspecto meramente militar pero por sus estudios, conocimientos y formación cultural poseía perfil de estadista y de economista.

Como pocos comprendió el verdadero sentido de la patria, valor que fue su auténtica pasión.

Por eso murió pobre, a pesar de haber nacido en el seno de una familia acomodada.

Honesto, abnegado, obsecuente, desinteresado: el verdadero patriota, tan necesario en estos tiempos.

"Soldados de la Patria: ... juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la independencia y la libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo: Viva la Patria."


"No busco el concepto de nadie, sino el de mi propia conciencia, que al fin es con la que vivo en todos los instantes y no quiero que me remuerda."

En este enlace encontrarán algunos datos más acerca de este héroe argentino.

sábado, 13 de junio de 2009

La risa de mi abuelo.

Hace casi veinticinco años que se fue pero su risa aún ilumina, como lo hace la luz de los "grandes" en el corazón de los niños.

Comenzaban los años 70 y en casa había un televisor, en blanco y negro, claro. Los abuelos, que vivían enfrente y no disponían de ese elemento tan indispensable, se cruzaban un ratito después de la cena. Eran como una fiesta esos instantes compartidos.
Cuando había "fóbal", como decía el abuelo, la visita era más larga, lo mismo cuando pasaban boxeo. A mí nunca me gustó ni un deporte ni el otro, pero me quedaba perpleja observando las reacciones de mi abuelo. Disfrutaba con los goles que él gritaba y me angustiaba cuando un boxeador argentino perdía la pelea.
Era también la época de "Titanes en el ring". Él se entusiasmaba como un niño viendo las luchas de esos musculosos vestidos con mallas. Y cuando yo todavía no sabía leer ni escribir ponía igual pasión haciendo de mi maestro y enseñándome a cantar el Himno Nacional Argentino. El método era decir la letra y que yo repitiera. Luego acompañábamos con la melodía... No recuerdo cuánto duró ese proceso de aprendizaje. Lo que sé es que lo cantábamos juntos, en cualquier momento del día, pero luego de la última estrofa hacíamos un silencio de tres segundos y yo tenía que decir:-Vicente López y Planes y Blas Parera, era nuestro momento solemne, ya que nos divertíamos bastante, sobre todo el abuelo con mis equivocaciones y ocurrencias, ya que cuando llegábamos a la parte de "... o juremos con gloria morir..." preguntaba más de una vez qué tenía que ver Gloria, la profesora de guitarra de mi hermana.
Con él también aprendí la letra de varios tangos de Gardel y Lepera: “Volver”...con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien.Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada; “Mi Buenos Aires querido”...cuando yo te vuelva a ver no habrá más penas ni olvido; "Cuesta abajo"... en mi rodada, las ilusiones pasadas ya no las puedo arrancar; "Soledad"...yo no quiero que nadie se imagine cómo es de amarga y honda mi eterna soledad. En mi larga noche el minuto muele la pesadilla de su lento tic-tac. Hasta me enseñaba a pronunciar como el cantante. Hoy pienso que tal vez para él todas esas canciones eran himnos.
Hay un gesto en particular que recuerdo del abuelo de todos esos momentos compartidos: su risa. No tenía carcajada, sino que apretaba bien los dientes y hacía un sonido como si saliera el aire por la nariz y por la boca al mismo tiempo. Todo esto acompañado por un movimiento leve del cuerpo.
Más de una vez no entendí de qué se reía, como quizás le suceda, aún hoy, a la mayoría de los chicos respecto de los mayores.
Como aquel verano en el fondo de su casa...Los abuelos tenían, entre otras curiosidades, un gallinero, y una de esas tardes en que me crucé, escabulléndome para que no cayera sobre mí la siesta imperial que me hacía perder inolvidables experiencias, escuché un gran cacareo. Del otro lado del alambrado veía volar, confundidas en una nube de tierra, las plumas de más de una de las aves. Debo confesar que ya desde esa época le temía a estos seres pero ese miedo no me intimidaba demasiado sino que me hacía curiosear más aún entre ellos, cuando estaban encerrados, por supuesto; lo cual me hacía acercarme al recinto hubiera o no alboroto, incluso antes de iniciar cualquier otra actividad, .
-¡Abuelo, abuelo! Algo pasa, andá a ver. ¡Se están peleando, se van a lastimar!-. En este momento del relato , el abuelo, que me esperaba sentado a la mesa con el juego de dominó preparado, hizo el amague de levantarse. Se había puesto muy serio con el temor que yo le manifestaba. Entonces continué:- El gallo malo está arriba de la gallinita blanca. La está peleando, abuelo, y ella no puede defenderse...
El abuelo apretó, pues, los dientes y se sacudió levemente. -Dejalo la está pisando nomás-.Dijo riendo. -¿Pisando?-, dije- yo creo que es muy fuerte, abuelo, como la pisa...porque no lo hace con un solo pie como en "pisa pisuela, color de ciruela"... y la va a matar...-.
Yo contaba con escasos cuatro o cinco años y él no me explicó nada más, sólo siguió riendo; aún cuando, después de iniciada nuestra partida diaria, parecía recordar el hecho y comenzaba otra vez a mostrar los dientes.

...Con todo esto y mucho más, mi abuelo es un "arquetipo" para
mí...
Muchas veces, cuando por estos días me encuentro en soledad o un poco perdida, me gustaría hallarme bajo los frondosos paraísos, en la larga mesa hecha con tablones para jugar dominó con mi abuelo, en el verano y a la hora de la siesta :esa que nunca
quise dormir.




El abuelo con mi hermana en 1963.

sábado, 6 de junio de 2009

Tertulias en el Club del Progreso.

Humor, nostalgia, amor, susurros, homenajes, lágrimas y alegría reunidos en una tarde mágica y maravillosa. Fue compartir entre amigos narradores, con la escritora Ana Tosi, de la cual se relataron cuentos, con nuestra profesora María Héguiz, con un gran número de oyentes y, por supuesto, con los seguidores de siempre.





jueves, 28 de mayo de 2009

Creación colectiva. Acto II.

Continuación...

El mismo ambiente pero con las luces a pleno.
Van entrando los empleados. Primero, Ernestina, quien se dirige al escritorio. Se sienta y compulsivamente se pone a escribir a máquina.
Luego, tres empleados se disponen a arreglar un poco la ropa de los percheros.
Entra el jefe muy ofuscado. **

Jefe:-¡Buenos días, señores!
Ernestina:-Bue...buenos días. (temerosa)
Empleados:-Buenos días, señor.
Jefe:-No tengo ninguna noticia grata para ustedes. ¿Escucharon?(levanta la voz) ¡Ninguna!
Es sabido que, desde hace algún tiempo, se han estado cometiendo una serie de robos, quizás poco significativos...pero lo que hemos descubierto ayer, luego de un minucioso análisis, es vergonzoso.(camina alrededor de los empleados) Se han robado nada más y nada menos, y en pocos días, tresssssss sobretodos de esta misma sección. ¿Escucharon?...tressss sobretodos.
Ernestina:-Pero, señor, nosotros no podríamos robar nunca tres sobretodos. Es imposible sacarlos... salir con ellos del local.(con timidez)
Jefe:-¿Quiere decir que pueden robar cualquier cosa pequeña pero no un sobretodo? Lo que es peor...intentaron sacar de aquí un sobretodo...(irónico)
Ernestina:-No, no señor...es que...
Jefe:- (interrumpiendo a Ernestina)Veo que no tiene argumento señorita Ernestina... A ver...cada sobretodo tiene un valor de 120 dólares, lo que da un total de 360...dividido cuatro: 90 dólares por empleado.
Empleada 1:-¿Dólares?...¿dólares? Pero...¿dólares? (levantando el volumen cada vez)
Jefe:-Son artículos importados, jeje.(haciéndose el gracioso)
Ernestina:-Pero, señor, a nosotros también nos roba, a nosotros que somos más pobres que las ratas. Ayer, nomás, me olvidé un sobre con dinero y ahora encuentro el sobre vacío.(con gran pesadumbre)
Jefe:-Ese es un asunto personal. ¿Está segura de que no lo perdió, señorita? o...lo gastó (evasivo)
Ernestina:-Señor...estoy...
Jefe:-(interrumpiendo nuevamente)¡Bien! 90 dólares, entonces. (sale por la derecha)
Empleado :-¡Señor! ¿Podemos pagar en patacones o lecop? Y...¿uno a uno?
Ernestina:-¡90 dólares! (furiosa)Nada más ni nada menos. Como si un empleado de esta sección estuviera tan bien asalariado como para desembolsar así como así esa suma de dinero.
Ese cretino nos está robando a todos...(pensativa) y a nosotros que somos más pobres que las ratas.
Algo tengo que hacer, quiero descubrirlo, saber quién es el miserable. No saben quién es Ernestina, con quién se metieron.(amenazante)
¿Cómo?(abre el cajón de su escritorio) ¿Qué es esto? ¿Dónde está la medialuna que dejé ayer?¡Ah! ¿Si? ¡Con que también se come mis medialunas! Esto sí que no lo puedo tolerar.¡Mis medialunas no ¿eh?
¿Medialunas? Jaja.(enloquece)
Empleada 2:-¿Qué te pasa, Ernestina? ¿Te has vuelto loca por lo que dijo el jefe?
Ernestina:-¿A vos no te molesta pagar lo que otros roban?(agresiva) ¿O sabes algo de los sobretodos?(inquisitiva, como el jefe)
Empleada 2:-¡No! ¡Yo no sé nada!. Vos misma se lo dijiste al jefe: es imposible salir de esta sección con un sobretodo y menos con tres. (con temor)
Ernestina:- Aquí hay algo extraño...Quizás el ladrón tenga un cómplice...creo, además que entra cuando nosotros no estamos. (meditativa)
Empleada 2:-¿Cómo puedes estar segura? Escucha...lo del dinero que te falta ¿es cierto? ¿o lo inventaste?
Ernestina:-Es cierto, es cierto. Hay muchas cosas que son ciertas... Muchas cosas que sólo yo sé... y otras que descubriré muy pronto...(misteriosa)


**Nota:
Cuando construimos esta escena, no se nos escapó la situación crítica que se vivía en nuestro país en ese momento. Vimos en el jefe alguien que se aprovechaba de unos pobres empleados (más pobres que las ratas, como dice Ernestina) para salvar su propia situación y el desconcierto de los trabajadores.

martes, 26 de mayo de 2009

Creación colectiva. Acto II

Cuadro1.

Ropería de hombres y mujeres. A la izquierda, un escritorio antiguo. Sobre el mismo una máquina de escribir. A la derecha, un perchero de tienda del que penden en forma ordenada abrigos de hombre, corbatas, etc.
En segundo plano un probador.
Se encienden unas pocas luces para que la escena quede en penumbras.
Entra el sereno lentamente y seguro de sí mismo. Hace una recorrida por el salón de ventas. Escudriña debajo del escritorio. Abre un cajón, saca un sobre, mira adentro, luego de un gesto de sorpresa guarda un dinero hallado allí (puede expresar algo brevemente como: -¡Oh, diez patacones! o ¡Papita para el loro!). Encuentra una medialuna y sin preocupación o apuro alguno coloca una silla en medio de la escena, se sienta y disfruta lentamente comiendo (Se escucha de fondo "Stabat mater" de Rossini).
Una vez satisfecho, se limpia las manos en su propia ropa. Se dirige al perchero y se limpia la boca con una corbata. Sale lentamente. **


**Nota: esta escena obligó a tener siempre medialunas para compartir en los encuentros en los que ensayábamos. Cuando repetíamos la escena el alumno-actor-sereno me decía:-Profe, ya no quiero más medialunas-. Entonces los demás tenían la excusa para terminar con lo que quedaba. Todos disfrutábamos de esa escena parsimoniosa acompañada de música clásica (se puede escuchar en este mismo blog, sobre la derecha). A veces se creaba un poco de ansiedad pero cuando presentamos la obra fue una de las escenas que se consideró más acertada. No olvidemos que en teatro es tan importante lo que se dice como los "silencios". En este caso lo que el sereno no decía, simplemente porque estaba comiendo, creaba gran expectativa. Un personaje seguro de sí mismo, que se toma su tiempo para comer y que luego muestra total despreocupación limpiándose en las prendas que son para vender. Además nos remite a lo que Ernestina le decía a su hermano respecto del robo de dinero personal...¿cómo continuará?.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Creación colectiva. Acto I

EL MISTERIO DE LOS TRES SOBRETODOS.
Creación colectiva. **
Autores: Carolina Pagano, Ignacio Cristau, Cristian Aguirre, Yanina Sosa, Bárbara Gil, Luciana Ladino, Sebastián Viñolo, Lucas Muñoz, Ezequiel Sánchez, Ana Paula Córdoba, Juan Cristau y Patricia Morante.

Acto I

Casa de Ernestina. Cocina humilde pero muy pulcra donde se acentúan los femeninos detalles.
En el centro de la escena una mesa con mantel y dos sillas. Ernestina va y viene preparando un termo y un paquete con medialunas.
En segundo plano, pero visible, una bolsa para la feria de la que sobresalen algunas verduras.

José (entra por la derecha y busca algo):- Ernestina...¿no ha venido el cadete del laboratorio fotográfico a traerme un paquete?
Ernestina (reaccionando, con gran énfasis en lo que dice):-¡No me hables! ¡Flor de susto me ha dado el muchacho! No suele venir tan temprano ¿o sí?
José (se sienta. Con tono explicativo):- No. Lo que ocurre es que debió venir ayer, por la tarde, pero una huelga de estatales hizo que todos asistieran a la manifestación.
Ernestina (interrogativa):-Pero...no entiendo.¿Que tienen que ver los empleados de "Casa de fotografía Almirón"? ¿Acaso son estatales?
José (ríe):- no, estaban fotografiando el acontecimiento...bueno (con ansiedad) pero ¿dónde está el encargo?
Ernestina (volviendo al entusiasmo del relato. Se sienta para hablar):-¡Ah! Como te contaba: menudo susto me llevé. Cuando volvía de la feria, en medio de la niebla...¿te has dado cuenta de la niebla que hay esta mañana? Cuando estaba colocando la llave en la cerradura, de pronto, alguien depositó su pesada mano sobre mi hombro. Creí que me desvanecía cuando escuché: "señorita Ernestina, el pedido de su hermano". Pensé: "¡idiota!". Bueno creo que lo dije.
José (bromeando):-señorita Ernestina, ¿donde está mi pedido?
Ernestina (con tranquilidad):-en la bolsa de la feria ¿donde más?
José (se pone de pie y levanta la voz):-¡no! ¡no con los comestibles!
Ernestina (justificándose, con un poco de temor):-¡bueno! ¿Qué pasa? No podía abrir la puerta con tantas cosas en la mano, sólo lo coloqué en la bolsa.
José (con energía, explicando):-¿no sabes que el pedido es el cianuro de potasio que utilizo para los revelados?
Ernestina:- yo pensaba que ese producto ya no se utilizaba, con todos los elementos modernos que existen...
José (explica mientras Ernestina se pone de pie para buscar la bolsa):- está bien que lo traen absolutamente sellado pero hay que extremar las precauciones, es algo que siempre me inculcan en el trabajo. El cuidado se ha transformado en una obsesión para mí. A propósito, ya sabes que mi pasión por la fotografía está más en el revelado que en cualquier otra cosa. Entiende...es como un descubrimiento, como un secreto destapado lentamente.
Ernestina:-creí que te negabas a la modernidad como mi jefe.(Busca y revisa) Toma, toma la bolsa (violentamente).
José (tranquilizándose. Mirando el paquete):-Está bien, no te proecupes, no se ha volcado. Hablando de tu jefe ¿cómo están las cosas en el trabajo?
Ernestina:- bien, sólo que han implementado dos nuevas modalidades.
José (levantando la vista):-¡Ah! ¿Sí?
Ernestina:- Sí alguien ha estado cometiendo ciertos hurtos: medias, corbatas, cinturones...(muy indignada con lo que relata)
José (más concentrado en desenvolver el paquete que en escuchar a Ernestina):-¡Bonita modalidad!
Ernestina:- Sí, pero la segunda, querido hermano, no tiene comparación. Nuestro jefe hace desembolsar el valor de las prendas del bolsillo del caballero y de la cartera da la dama. Para colmo olvidé el sobre con parte del sueldo en mi escritorio.
José:- ¡Bah! ¡Con lo que te paga el miserable!...¿Ves? esto es sumamente peligroso... (muestra en alto un frasco que contiene una calavera).
CONTINÚA...

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Nota: luego de la lectura del cuento homónimo de Roberto Arlt, con algunos alumnos, que pertenecían a un grupo de teatro, formado en la escuela para los Torneos Bonaerenses, decidimos escribir esta obrita para participar. No ganamos el concurso pero nos divertimos mucho.Fue en el año 2002. Con cada entrada voy a ir narrando algunas anécdotas.

domingo, 17 de mayo de 2009

DEFENSA DE LA ALEGRÍA de MARIO BENEDETTI.

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.


"...Jamás he conocido a otro hombre tan sencillo, tan generoso, solidario y que, como dice el poema de César Vallejo, parecía vivir en representación de todo el mundo. A los hombres como Mario Benedetti se les canta y sin que importe la rima de sus versos, se les encuentra en los barrios populares, en los boliches frecuentados por gentes de otras tierras, en el fragor de las luchas más justas, en las pancartas con faltas de ortografía pero perfectas de razones, en los estudiantes que tras la barricada toman la mano de su novia, descubren entonces que no están solos, sin que importe la lengua que hablen sus corazones laten a ritmo uruguayo, se convierten en la flor de la banda oriental, y se miran a los ojos antes de la carga represiva para decir: si te quiero es porque sos/ mi amor mi cómplice y todo/ y en la calle codo a codo/ somos mucho más que dos..." LUIS SEPÚLVEDA.

sábado, 16 de mayo de 2009

EL MISTERIO DE LOS TRES SOBRETODOS. Roberto Arlt. Primera parte.

Las cinco entradas que siguen pertenecen al cuento "El misterio de los tres sobretodos" de Roberto Arlt. La edición que yo poseo es la de Losada: "Cuentos completos", Buenos Aires, julio de 2oo2. Si lo transcribo aquí es para que conozcan la fuente de un trabajo que realizamos con alumnos de un taller de teatro en el Instituto M.T. de Alvear de Ituzaingó. Fue, precisamente, una creación colectiva basada en el relato del genial autor que daré a conocer más adelante y con algunos detalles del modo de trabajar, de los objetivos, etc.
Cabe aclarar que el autor no dividió su cuento de este modo, yo lo hice así para publicar un episodio cada semana, para quien deseara leer este excelente relato.
Hoy, decido reorganizar las entradas en forma consecutiva para quien quiera releer o leer de una sola vez.



De haberse sabido que fue Ernestina la que descubrió al ladrón, probablemente Ernestina hubiera ido a parar a presidio por un largo tiempo de su vida... Nunca pudo ser aclarado el misterio de la oficina. Ateniéndose a los sucesos tal me fueron narrados, podría afirmar que “el enigma de la oficina” fue uno de los tantos dramas oscuros que se gestan en las entrañas de las grandes ciudades, donde las bagatelas terminan por revestir un contorno de episodio cruento en la conciencia de las personas que a diario se soportan en un ambiente estrecho de trabajo y duro de responsabilidades.
La policía realizó investigaciones superficiales en torno del grave suceso, pero acabó por abandonar la búsqueda del autor o autora, por creer en cierto modo que el asunto no merecía el tiempo que absorbía a las actividades de los funcionarios, ocupados en novedades de mayor trascendencia.
He aquí cómo se gestó el suceso conocido entre los empleados de la “Casa Xenius, ropería para hombres y mujeres, artículos de confección, etc.” bajo el nombre de “El misterio de los tres sobretodos”.
En la oficina de “Expedición al interior” de la casa Xenius comenzaron a desaparecer prendas de vestir.
Un día fue un cinturón, ¡un cinturón sin hebilla!, lo que demuestra que el ladrón echaba mano a lo que podía; otra vez fue un sobre con la suma de doce pesos, olvidado en el cajón de Ernestina; otra vez fue un retazo de seda. Un retazo de un metro, valuado en ocho pesos...
Semejantes robos, mejor dicho, hurtos, traían revuelta a la gente de la oficina. No se trataba de la cantidad en sí, aunque sí se trataba. Los valores que el ladrón substraía, por insignificantes que fueran, estacionaban en la prudencia de los empleados una atmósfera de inquietud. Allí, entre ellos, se encontraba un ladrón o una ladrona. Cada uno era responsable directamente de los artículos recibidos, esto sin dejar de tener en cuenta otro detalle:
Las víctimas de los robos no eran personas a las que se pudiera afectar impunemente en sus intereses.
Todos ellos vivían sobrellevando estrecheces: sus reducidos sueldos les alcanzaban apenas para cubrir sus necesidades más inmediatas. La desaparición de un objeto valuado en cinco o en diez pesos no constituía, precisamente, una desgracia, pero sí desequilibraba desagradablemente el presupuesto del damnificado. Además, aquel que había sido robado pensaba que otro día podría volver a ocurrir semejante accidente, y tal la posibilidad traía alborotado el magín de los empleados, que hasta en sueños se veían reintegrando indemnizaciones de daños que aún no habían sufrido.
No estaban agotados los comentarios sobre el robo del retazo de un metro de seda, ocurrido en la semana anterior, cuando una noticia nueva estalló como una bomba, entre la consternación de todos: ¡Habían desaparecido tres sobretodos!...
El mismo gerente de la casa Xenius no pudo evitar un escalofrío al enterarse.
El robo de tres sobretodos en una casa organizada es motivo más que suficiente para alarmar a los mismos accionistas. Sin embargo, a pedido de los empleados de la sección “Ropería de hombres”, el gerente no dio noticias del escándalo a los accionistas. Los siete empleados de la sección “Ropería de hombres” desembolsaron el importe de los tres sobretodos.

continúa...

EL MISTERIO DE LOS TRES SOBRETODOS. Roberto Arlt. Segunda parte.

Yo podría escribir un libro con los diálogos, respuestas, preguntas, conjeturas y deducciones que se hicieron sobre aquel suceso, pero tendré que limitarme a escribir tres líneas.
¿Quién se había llevado los tres sobretodos? La argumentación de los damnificados era de este tenor:
—¿Puede un empleado o una empleada o el sereno robarse un corte de seda?
—Sí, puede.
—¿Puede un empleado, una empleada o el sereno robarse un par de medias?
—Sí, puede.
—¿Puede un empleado, una empleada o el sereno robarse tres sobretodos?
—No; no puede. No puede, porque tres sobretodos son inocultables en un bolsillo. Tres sobretodos hacen un bulto fenomenal. De consiguiente, el robo de tres sobretodos es materialmente imposible.
—Pero es que los sobretodos faltan —replicaban los damnificados.
—Se robaron uno a uno —replicaban los más sutiles.
—¿Cómo los sacaron de la sección?
Nadie sabía qué responder. El robo carecía prácticamente de explicación. Carecía de explicación porque la casa permanecía por la noche estrictamente cerrada. En el interior de la tienda, aparte del sereno, trabajaban tres hombres en la limpieza. Se hubiera podido sospechar del sereno, pero el sereno no se movía de la tienda, y al retirarse por la mañana del comercio lo hacía en presencia del jefe, cuya mirada avizora registraba al cojo de pies a cabeza. El hombre no hubiera podido envolverse un sobretodo en una pierna, porque ello era materialmente imposible. Ni ponerse un sobretodo nuevo debajo del viejo, porque el tamaño saltaría a la vista. Además, hubiera tenido que complicar a la gente de la limpieza en estos robos, y nadie iba a arriesgarse por una bagatela. Y, en última instancia, ¿por qué iba a ser precisamente el sereno el ladrón?
Existía otra posibilidad: que los hombres de la limpieza o el mismo sereno pasaran las prendas robadas por la terraza a una casa vecina. Los empleados preguntaron por la terraza. La casa Xenius no tenía terraza, el piso inmediato superior estaba ocupado por escritorios. Quedaba el recurso de las ventanas que daban a un patio oscuro. Las ventanas estaban enrejadas, además cada piso sobre el patio estaba separado del otro por una malla de alambre, de manera que si alguien que robaba en el cuarto piso quería arrojar el producto de su robo a un cómplice que le esperaba en el patiecillo, las redes de alambre no hubieran permitido pasar los paquetes.
Puntualizo estos detalles porque no trabajaba en la casa Xenius ni un solo empleado que no los conociera ni los comentara.
Evidentemente, el ladrón o la ladrona estaba allí, entre ellos, era un camarada, quizá un empleado inferior o superior, un hombre de la limpieza o un chico de mandados, pero el ladrón o la ladrona estaba allí. Y era de cuidado.
¡Había robado tres sobretodos! ¡Tres sobretodos de sesenta y cinco pesos cada uno! Es decir, ciento noventa y cinco pesos. Los siete empleados que fueron víctimas del robo tuvieron que retirar de sus sueldos la suma aproximada de treinta pesos para indemnizar a la casa, y la noticia del suceso no llegó a los accionistas. El gerente, piadosamente, la calló. Pero desde el gerente, que esa noche comentó el suceso con su señora, hasta el chico del ascensor, todos estaban preocupados.
¿Qué iba a ocurrir allí?

Continúa...

EL MISTERIO DE LOS TRES SOBRETODOS. Roberto Arlt. Tercera parte.

Una de las más interesadas con los robos que se cometieron era Ernestina, empleada de la sección “Expedición al interior”.
Esta Ernestina es la muchacha de cuyo cajón el misterioso ladrón substrajo el sobre que contenía doce pesos.
Ernestina creía tener un hilo que podía llevarla a establecer la identidad del ratero. Esta empleada merece una referencia, porque su actuación fue importante y curiosa:
Activa como la mujer de un enano, Ernestina, físicamente, era más flaca que un gato famélico. Cuando se sentía contenta trepaba por los árboles, también como un gato. Observando su minúscula figura no se imaginara jamás que fuera tan vigorosa y resistente. Daba puñetazos tremendos.
Ernestina aspiraba a ser. Vaya a saber lo que aspiraba a ser, pero cuando salía de la oficina, un día sí y un día no, se metía en un montón de academias diferentes. Seguía cursos de inglés, de estenografía, de francés. Los que la conocían no sabían qué admirar más: si su flacura, su resistencia o su actividad.
Personalmente estaba indignada contra el ladrón.
—Ese hombre es un canalla —decía—. Nos está robando a nosotros, que somos más pobres que las ratas.
Lo que no dijo fue esto:
—Es tan ladrón que hasta se roba las “medialunas” que tomamos con el café con leche.
No lo dijo, pero lo pensó.
Efectivamente, el misterioso ladrón de los tres sobretodos, del cinturón sin hebilla, de las medias de seda, acostumbraba a robarse las “medialunas” que las muchachas no terminaban de comer con el café con leche que tomaban por la tarde.
Casi todas las empleadas llevaban a la tienda el café con leche en un termo. Ernestina había observado que cuando no tenía ganas de comerse las “medialunas” y las dejaba en el cajón de su escritorio, para comerlas al día siguiente, una mano misteriosa que había revisado el cajón, se había llevado las “medialunas”.
Ahora bien: aunque Ernestina no hizo ningún comentario al respecto, dedujo:
1° El ladrón de la tienda no era empleado ni empleada, porque ningún empleado ni empleada se quedaba después de la hora de salida y, además, ninguno de ellos le hubiera robado a su compañero una o dos “medialunas” para tomar con el café con leche.
2° Por lo tanto, el ladrón de las “medialunas” era un hombre que merodeaba por las oficinas después que ellos salían.
3° Un hombre que es capaz de revisar un cajón y robarse una “medialuna” es un ser humano sin sensibilidad, con la justa mentalidad para robarse un cinturón sin hebilla, un metro de seda o los tres sobretodos.
4° En consecuencia, el ladrón de las “medialunas” era el ladrón de las prendas anteriores, y actuaba en el comercio exclusivamente por la noche.
Sin embargo, Ernestina tuvo un escrúpulo. ¿Y si se equivocaba?
He aquí en qué podía consistir su equivocación:
Pudiera ser que, por la noche, uno de los hombres encargados de la limpieza revisara los cajones, encontrara las “medialunas” abandonadas, y suponiendo que eran desperdicios, las arrojara a la basura. Si así ocurría, su tesis era equivocada.
Resolvió hacer una prueba.

continúa...

EL MISTERIO DE LOS TRES SOBRETODOS. Roberto Arlt. Cuarta parte.

Aquel día, a la hora de tomar café con leche, comió bollitos en vez de “medialunas”, y después de arrancar un pedazo de un mordisco, dejó el bollito mordido en el cajón.
Pasaron tres días. El bollito mordido continuaba en el cajón, en consecuencia el hombre que robaba las “medialunas” no era el hombre de la limpieza, porque si no el bollito hubiera seguido el camino de la otra factura.
Y de pronto estalló otra bomba:
De la sección “Sombreros para hombres” desaparecieron veinte sombreros. Veinte sombreros no se ocultan entre pecho y espalda, ni tampoco metidos en un bolsillo. El personal de la tienda Xenius estaba atónito. Uno mencionó la película del “Hombre invisible”, y muchos se sintieron tentados a admitir que el ladrón de la tienda era un ente de condiciones sobrenaturales. Fue interrogado el sereno, los hombres de la limpieza; intervino la policía y no se aclaró nada. La situación de los empleados de la tienda se tornó insoportable. A la salida del empleo tropezaban con vigilantes que les escudriñaban de pies a cabeza. Muchos de ellos, sin que se enteraran los otros, fueron revisados. Por supuesto, inútilmente. Ernestina, una tarde, a la hora de salir, fue llamada a la gerencia. La aguardaba allí una señora que le indicó que debía dejarse registrar. Ernestina llegó a su casa hirviendo de ira. Aquella humillación era insoportable. Pero ella no estaba en condiciones de renunciar al empleo, porque su inglés era deficiente. Meditaba aquel anochecer, apoyada de codos en la mesa, cuando una idea diabólica se detuvo en su cerebro.
¿Si ella atrapara al ladrón? Al ladrón de los sombreros, de los sobretodos. Al ladrón de las “medialunas”. Tenía un plan. Sin vacilar, entró en el laboratorio fotográfico de su hermano. En un rincón del estante había un bote con cianuro de potasio. Echó aproximadamente un gramo de veneno en un papel, entró a su cuarto, tomó una “medialuna, con un cortaplumas separó delicadamente la corteza, abrió en la masa un agujero, y allí vertió el veneno. Con un poco de engrudo obturó el agujero, volvió a cubrirlo con su corteza y metió la “medialuna” en su valijita, junto al termo.
Al día siguiente, por la tarde, antes de salir de la oficina, en un momento que nadie la veía, dejó la “medialuna” abandonada en el interior del cajón.
Regresó a su casa, emocionada por la calidad de la trampa que dejaba preparada. Pero era indispensable que procediera así.
Luego, para olvidarse de la magnitud del acto, fue al cine, en compañía de sus hermanas. A pesar de que trataba de separar su pensamiento del drama en preparación, el drama latía con violencia en todas sus venas.
Durmió y no durmió aquella noche. Una mano carnuda y fuerte, de dedos gruesos, pasaba ante sus ojos, le rozaba el brazo y el rostro con su manga tosca, tomaba el cajón de su escritorio por la anilla, lo entreabría, hurgaba en las tinieblas y retiraba la “medialuna”...
El cansancio fue más fuerte que su temor secreto, y al amanecer terminó por dormirse. Tuvieron que despertarla repetidas veces para que se levantara. Se vistió sobresaltada.

continúa...

EL MISTERIO DE LOS TRES SOBRETODOS. Roberto Arlt. Quinta parte.

Al llegar a la tienda y entrar al ascensor, le dijo el chico:
—Señorita Ernestina, ¿no sabe que encontraron al ladrón?
Ernestina dejó caer su cartera al suelo. Se inclinó a recogerla, pero ya recobrado por completo el dominio de sí misma.
—¿Sí?
—Era el sereno.
—¿El sereno?
—Le encontraron una pierna llena de corbatas. Parece que se suicidó.
Al entrar a la sección “Expedición al interior”, todos comentaban el suceso:
Resulta que al amanecer, los peones de limpieza encontraron al sereno muerto junto a su taza de café con leche. Al levantarlo, descubrieron que llevaba una pierna postiza. Vino la policía. Al sereno le faltaba una pierna. Usaba una ortopédica; en su interior esa noche había guardado dos docenas de cintas de máquina de escribir y siete corbatas de seda.
La policía allanó la casa donde vivía el sereno. En su habitación encontraron otra pierna. Una pierna de madera maciza. Cuando el sereno no estaba dispuesto a robar, usaba la pierna sin trampa. Se comprobó que en la pierna hueca cabía holgadamente un sobretodo arrollado, siempre que se le descosieran las mangas.
Tal fue la razón por la que la policía no extremó las investigaciones para determinar quién había hecho llegar a las manos del sereno la “medialuna” cargada de veneno.
Y aquel día todos los empleados de la casa Xenius, incluso Ernestina, se sintieron enormemente felices.