Lo conocí en Humahuaca en enero de 2007. En realidad, intercambié una pocas palabras con él. Hoy siento un poco de vergüenza por haber pasado tan raudamente, tan "turísticamente" por esa hermosa ciudad: por su biblioteca, su museo, su plaza, sus monumentos, su gente...
El nombre en quechua de Sixto Vázquez Zuleta fue descubierto por mí recién en mi regreso a casa. Había hablado con él pero no había reparado en él.
Era un mediodía caluroso en esa ciudad situada a 2939 metros sobre el nivel del mar. Ya habíamos subido al monumento de los Héroes de la Independencia, ya habíamos tomado infinidad de fotografías.
Al pasar por la puerta del Museo Folclórico Regional, decidimos entrar, antes de buscar un lugar para almorzar. Creo que pensé que estaban por cerrar o lo leí en algún cartel, entonces realicé una mirada general de la antesala, con la seguridad de que me perdería detalles muy interesantes.
Un señor me recibió. Nos dijimos: "Buenos días".
Seguí observando. Había libros por doquier, también sobre el mostrador de madera que me separaba del recepcionista.
Recordé que en Tilcara había estado buscando inútilmente la obra poética de Churqui Choquevilca. El hecho de estar observando una biblioteca tan amplia y de darme cuenta de que los libros del mostrador estaban a la venta, pregunté por el autor tilcareño. No recuerdo exactamente las palabras que pronunció el hombre como respuesta, lo que no puedo olvidar hasta el día de hoy es mi desasosiego al escucucharlas. Dijo algo así: -Churqui es un escritor tilcareño, tiene que preguntar por él en Tilcara. Aquí es Humahuaca, tenemos autores humahuaqueños.
Me limité a decir que en una librería tan "nutrida" como esa, había pensado en encontrarlo. Recuerdo que mi mirada recorría rápidamente los libros expuestos.
-Voy a llevar estos dos- expresé. Había elegido uno de cuentos y uno de poesía.
Extendí el dinero, le di las gracias y salí rápidamente.
En el almuerzo, que realizamos en un local muy humilde pero con deliciosa comida, comenté a mis acompañantes lo sucedido dentro del museo, ya que ellos habían presenciado la escena. Mientras dábamos nuestros pareceres, saqué los libros adquiridos de mi bolso para comenzar a verlos, pues quería dejar en claro que los autores humahuaqueños también me interesaban. No había podido decírselo al vendedor, entonces lo repetía y me lo repetía una y otra vez.
Es mi costumbre leer la contratapa de los libros antes de disponerme a abrirlos y recorrer su interior. Lo hice, pues, en ese momento. Entonces me di cuenta. Allí, encabezando el comentario y la biografía estaba él: el recepcionista, el vendedor y, ahora, mi "descubierto" escritor humahuaqueño. En cada contratapa una foto de la misma persona que me había atendido en el Museo...
Me reí de mi estupidez, de haber creído que un recorrido rápido por varios lugares de una ciudad me iban a permitir "conocer", quizás, lo más importante de ella; me reí de haber pensado que en mi búsqueda vertiginosa iba a llegar al meollo de algo... Me reí de la venda que había estado llevando sobre mis ojos. Me reí de mi falta de consideración, de "tacto"...
Conté muchas veces este episodio pero le debía a TOQO esta reflexión. En realidad, a él no le hace falta el reconocimiento de una más de las turistas que pisaron rápidamente el Museo del cual es su fundador y director. Puede prescindir, inclusive, de cualquier galardón porque su orgullo está en haber nacido Coya, en haber viajado mucho y en elegir Humahuaca para establecerse, en respetar su cultura y promoverla a través de sus escritos y del Instituto Cultural Indígena. Su orgullo está en haber sido nombrado "una esperanza para la Nación Argentina" por su maestra de 4to grado, en haber vivido "los años más felices" de su vida como maestro rural...
A TOQO no le hace falta mi reconocimiento, a mí me hace falta, quizás para purgar mis vergüenzas.
El nombre en quechua de Sixto Vázquez Zuleta fue descubierto por mí recién en mi regreso a casa. Había hablado con él pero no había reparado en él.
Era un mediodía caluroso en esa ciudad situada a 2939 metros sobre el nivel del mar. Ya habíamos subido al monumento de los Héroes de la Independencia, ya habíamos tomado infinidad de fotografías.
Al pasar por la puerta del Museo Folclórico Regional, decidimos entrar, antes de buscar un lugar para almorzar. Creo que pensé que estaban por cerrar o lo leí en algún cartel, entonces realicé una mirada general de la antesala, con la seguridad de que me perdería detalles muy interesantes.
Un señor me recibió. Nos dijimos: "Buenos días".
Seguí observando. Había libros por doquier, también sobre el mostrador de madera que me separaba del recepcionista.
Recordé que en Tilcara había estado buscando inútilmente la obra poética de Churqui Choquevilca. El hecho de estar observando una biblioteca tan amplia y de darme cuenta de que los libros del mostrador estaban a la venta, pregunté por el autor tilcareño. No recuerdo exactamente las palabras que pronunció el hombre como respuesta, lo que no puedo olvidar hasta el día de hoy es mi desasosiego al escucucharlas. Dijo algo así: -Churqui es un escritor tilcareño, tiene que preguntar por él en Tilcara. Aquí es Humahuaca, tenemos autores humahuaqueños.
Me limité a decir que en una librería tan "nutrida" como esa, había pensado en encontrarlo. Recuerdo que mi mirada recorría rápidamente los libros expuestos.
-Voy a llevar estos dos- expresé. Había elegido uno de cuentos y uno de poesía.
Extendí el dinero, le di las gracias y salí rápidamente.
En el almuerzo, que realizamos en un local muy humilde pero con deliciosa comida, comenté a mis acompañantes lo sucedido dentro del museo, ya que ellos habían presenciado la escena. Mientras dábamos nuestros pareceres, saqué los libros adquiridos de mi bolso para comenzar a verlos, pues quería dejar en claro que los autores humahuaqueños también me interesaban. No había podido decírselo al vendedor, entonces lo repetía y me lo repetía una y otra vez.
Es mi costumbre leer la contratapa de los libros antes de disponerme a abrirlos y recorrer su interior. Lo hice, pues, en ese momento. Entonces me di cuenta. Allí, encabezando el comentario y la biografía estaba él: el recepcionista, el vendedor y, ahora, mi "descubierto" escritor humahuaqueño. En cada contratapa una foto de la misma persona que me había atendido en el Museo...
Me reí de mi estupidez, de haber creído que un recorrido rápido por varios lugares de una ciudad me iban a permitir "conocer", quizás, lo más importante de ella; me reí de haber pensado que en mi búsqueda vertiginosa iba a llegar al meollo de algo... Me reí de la venda que había estado llevando sobre mis ojos. Me reí de mi falta de consideración, de "tacto"...
Conté muchas veces este episodio pero le debía a TOQO esta reflexión. En realidad, a él no le hace falta el reconocimiento de una más de las turistas que pisaron rápidamente el Museo del cual es su fundador y director. Puede prescindir, inclusive, de cualquier galardón porque su orgullo está en haber nacido Coya, en haber viajado mucho y en elegir Humahuaca para establecerse, en respetar su cultura y promoverla a través de sus escritos y del Instituto Cultural Indígena. Su orgullo está en haber sido nombrado "una esperanza para la Nación Argentina" por su maestra de 4to grado, en haber vivido "los años más felices" de su vida como maestro rural...
A TOQO no le hace falta mi reconocimiento, a mí me hace falta, quizás para purgar mis vergüenzas.
Entrañable anécdota. Gracias por compartirla.
ResponderEliminarPodrian por favor ayudarme a conseguir la biografia de GERMAN WALTER CHURQUI CHOQUEVILCA???
ResponderEliminarEstaria muy agradecido!!! Gracias :-)
Si querés obtener la biografía de este gran poeta, en la actualidad si buscás en google vas a encontrar, con sólo escribir su nombre en el buscador. Sino, al final de esta página hacé click donde está la foto del río Guasamayo... vas a encontrar más que la biografía.
ResponderEliminar...existe una Comisión Permanente de Homenaje a Choquevilca.
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