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...o këmamëll, voz del mapudungún: "corazón del árbol", el centro, el meollo...

lunes, 21 de diciembre de 2020

El nombre














"Lo que importa es vivir y morir 
encontrando 
sentido a todo lo que hacemos 
y lo que hemos hecho; 
librar al cuerpo, en lo posible, 
del dolor físico, y al alma,
del sufrimiento espiritual.

Basta de inmolaciones. 
Hemos nacido para la alegría".

Mercedes Chenaut




Hubiera querido encontrarme más veces con ella pero sólo la vi en dos ocasiones. Sé por amigas queridas y más cercanas a su persona y actividades, lo inmensamente amorosa que era, que es. Pero también lo sé por esos dos encuentros, que bastaron para iluminarnos con su palabra.

Ella nos recibió, nos acogió, nos escuchó, nos aconsejó, nos encendió. A ella le gustó nuestro proyecto artístico. También nos habló de su amada familia, de asistentes a su taller, de amigas y amigos, y de su lucha.

Ella nos hizo un maravilloso convite y nos pidió un nombre.

Dany y yo sabíamos que la propuesta escénica debía tenerlo pero dábamos demasiadas vueltas para definirlo. Fue un mensaje de ella, Mercedes Chenaut, después de la cálida charla en la que habíamos fijado fecha en Estancia Los Cuartos,  que nos "apuró" afectuosamente.

Así surgió el nombre DOS VECES, VOCES, en enero de 2018, entre discusiones, marea de palabras, miradas y repertorios. Sí, sí, teníamos hasta el repertorio pero no el nombre.
Con el tiempo nos dimos cuenta de que ese DOS, no sólo tiene que ver con la dupla, con que somos una pareja de artistas, etc, etc, sino con que DOS señala simplemente más de UNO/UNA.

DOS VECES, VOCES fue, es y será el nombre amoroso que tomó forma y empezó a sonar de la mano de Mercedes y de ese espacio inaugural, de puertas abiertas, que tan generosamente nos ofreció.

Hoy podemos decir, orgullosamente, que  cada vez que aparezcan tantas voces en escena estará especialmente la de la querida Mercedes. Orgullosa y alegremente, porque es cierto y adherimos a lo que ella afirma con tanta contundencia: "hemos nacido para la alegría".

Buen viaje, querida. Te evocamos, Mercedes Chenaut, 
 Dos Veces, Voces, esta pequeña compañía, te está infinitamente agradecida.

20 de diciembre de 2020.




martes, 8 de diciembre de 2020

Esperanza

Una esperanza ¿se puede sostener?

¿Hasta cuándo?

Y si se suelta, ¿se puede inventar una nueva?

Si no hay forma de inventar, 

¿podemos valernos de una esperanza ajena?

¿Alguien puede regalarnos una?

Si la esperanza es lo último que se pierde,

¿cuánto perdimos antes?


Soneto para decir Chubut de Daniel Aráoz Tapia por Dos Veces Voces


 

Perdón, Baldomero


Convocatoria:   https://www.facebook.com/photo?fbid=4259686317380039&set=a.143195129029199



Cabeza y cuerpo caminantes

Iba riéndome sola por las calles.

Primero fueron las anchas magnolias cerca de los cables despidiendo su olor hipnótico.

Después, asomarme a cada bocacalle, mirar como me enseñó mamá y descubrir por lo menos un jacarandá a un lado y al otro.

Iba con la camisa violeta que me regaló mi amiga y me daba placer estar en consonancia con el paisaje.

Iba avanzando  por el camino entre trinares y olores blancos y lilas. Con la felicidad de los días nublados en que se intensifican ciertos colores y aromas.

Y empezó el juego en el que salí ganando porque cruzaba cada calle y me preguntaba ¿dónde estará el próximo amigo? e inmediatamente se hacía presente, cerca de la esquina, a mitad de cuadra o llegando al final. A veces eran dos tapizando ingenuamente de flores las veredas.

Así se hizo la risa del camino.

Iba sintiéndome libre a cada paso, con la libertad que me daban las elucubraciones que sólo  aparecen en las caminatas, con ese entretejido único y el goce de andar, apoyar la planta de los pies, distraerme por cualquier motivo, volver a los sentipensamientos y parir alguna idea, no importa cuál pero parir,

Este cuerpo mío, esta cabeza mía, caminantes a cielo abierto, este corazón que me canta "a cielo abierto la alegría, no la megaminería" 




domingo, 22 de noviembre de 2020

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Ana María Oddo en la sagrada hoguera

Cuando prepares una taza de té, sé plenamente consciente de que preparas una taza de té: sin volver al pasado, sin proyectarte hacia el futuro, con la mente plenamente inmersa en la acción de preparar el té, así estás presente.

Thích Nhất Hạnh

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Ana querida, una vez más  leo tu libro. Busco un lugar luminoso y cómodo para instalarme un buen rato. Decido hacerlo en voz alta, empezar por tu dedicatoria amorosa. Ponerle mi voz a esos poemas que tienen la tuya y tantas otras, si me permitís. Abro el libro, decía, y también te escucho.

Enseguida empiezan a rodearme en silenciosos ronroneos algunos habitantes de esta casa. Los dejo, como siempre, disfrutar de lo que yo disfruto. 

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No pasa mucho tiempo para que me encuentre a mí, a Patricia, en el libro de Ana María Oddo.

Esos poemas de fina  artesanía, hilados en noches de insomnio o no (es lo que imagino, porque soy yo que me encuentro allí, como decía)

Son las palabras de mi amiga, las de una poeta y narradora que quiero y admiro, pero sobre todo QUIERO, las que me hacen vivir este presente

Me reafirmo en Esto que digo 

Me emociono porque El poema grita 

Digo árbol. Y grito árbol, quiero gritar como el poema
Me encuentro, me encuentro, me encuentro en el Pájaro que cantará sobre las piedras

Digo, grito, canto

Me pregunto ¿Cuándo perdimos la costumbre de encontrarnos?
¿Dónde estaba yo?
¿Quién era?
¿Cómo se vuelve de ese silencio rumoroso?

Y hago un profundo silencio

Aparece la nostalgia. Esa emoción es también mi presente, me encuentro en La cocina amplia y larga donde ardía la vida de cada día
Veo a Ese joven que camina por la orilla,  Que va solo contra el viento 
que No sabe aún que será mi padre

La noche 
el verano 
el rumor del amor 
las soledades  
las Magnolias 

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 

Y podría hacer referencia a infinitas citas sitas ya en mi corazón porque es a partir de esta relectura que quiero decir, gritar, cantar, reafirmar que 
Es en la palabra y el amor donde me planto

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Ana querida, tu libro es hoy mi taza de té. 

lunes, 2 de noviembre de 2020

Ritos de pervivencia

vos decís que cambio las reglas

pero tal vez no se comprende 

del todo mi locura de los ritos

ni dónde ni cómo
ni por qué están
 
en todo esto pienso
mientras cae la tarde
la distancia se agranda
junto con las sombras
y recuerdo los versos de Sol
que te leí con devoción
por los que me gané un
'che qué belleza de poemas'
y el rito de hoy
no fue más que eso

domingo, 1 de noviembre de 2020

Maquillaje de muerto

pensaba que en la evocación 

le daba vida a ciertas cosas 

que mantenía la llama

echando mano a mi idea del recuerdo

al disfraz con que visto a aquel 

sucedido 


y no
hay cosas muertas
despojadas de toda gota
inertes

las evoco es cierto
les pongo un antifaz
y una sonrisa
estática ella
o las pinto
cuidadosamente
con decidido pincel

digo
te acordás esto o aquello
y hasta se me empañan los ojos

entonces aparece alguien
dentro de un ataúd
prolijamente preparado
para la sociedad despidiente
sólo que no soy yo
quien se atreve
a cerrar la tapa

hay cosas muertas

despojadas de todo
 
inertes

por más que les ría encima

no se les corre el maquillaje

viernes, 30 de octubre de 2020

συνεκδοχή

Esta cabeza es mía:

nacida,

levantada,

detonada 

en ciclos intermitentes

y, a veces,

superpuestos.


Te la presento aquí, entre las manos también mías. La piel de mis manos tocando 

sensiblemente la piel de mi cara, liberando oxitocina.

Mi cara asimétrica, de ojos desiguales, nariz respirante de buenos y malos aires y 

oliente de lo mismo, de boca dichosa de decir tanto como de callar.

Mi cabeza pesada, enmarcada entre manos desparejas sobre un cuerpo que camina, un 

cuerpo sintiente, pensante, con una cabeza que camina.


Te presento mi cabeza caminante.




https://fb.watch/2f0UTAcE99/


sábado, 24 de octubre de 2020

Enigma del arte de andar

A veces es sin palabras

Sin humana voz

Sin pentagrama

Sólo sumergirse

Leve tiempo

En el infinito silencio
 
De los pájaros
 
Leve silencio

En el infinito tiempo

De la lluvia

viernes, 23 de octubre de 2020

Antes, durante y después

Americana, ella.

Pluma de Santa Teresa, 
porque sus tallos se asemejan al elemento 
con el que escribiera la santa española 
del siglo XVI, dicen.

Cactus epifito, 
porque se desarrolla encima de otros cactus 
sin parasitarlos, dicen.

Cactus orquídea, tal vez por la condición 
 de epifitas de algunas de estas últimas.

Junco oloroso. 

Nopalillo.

En el barrio le decimos Santa Teresita
aunque ese sería
el nombre de otra santa, también dicen.
Para mí, mi plantita es la Tere 
aunque en la maceta que pinté en su honor
escribí "Santa Teresita, dulce compañía",
una tarde en que no encontré 
a mi ángel de la guarda.

La Tere con sus hijas,
 distribuidas en varias macetas 
a partir del regalo de mi amiga~hermana Gabi. 

No florece todas las primaveras 
pero cuando lo hace me saluda 
y sonríe así de luminosa.
Después se va durmiendo.
 Si llueve, 
recibe con devoción el milagro 
y demora con belleza imperdonable
alguna que otra gota entre los pétalos.

Según los almanaques de mi época
nací en el onomástico de Teresa o Teresita,
ya no sé,
y pude haberme llamado así o asá
pero mi hermana ya tenía elegido otro nombre 
más de moda, dicen que dicen.

No es que sea muy devota de los santos, 
ni de estas santas en particular, 
ni haya leído toda la obra de la de Ávila
pero sí me declaro fiel a las plantas, 
a las flores, 
a visitantes de flores,
a los regalos amorosos,
a algunos almanaques,
 a las historias de nombres
aunque confusas,

a las historias, digo.










Regalo María Gabriela Moreno
Texto y devoción Patricia Morante
Fotos Tolhuin



jueves, 22 de octubre de 2020

Banderines

Y hoy fueron brotes de zapallo. Aunque tratándose de tanta vida no puedo hablar de desentierro sino de trasplante. 

Ahí estaban como esperando en una bolsa con compost. 

Un tallo pequeño y firme coronado por dos hojas como labios que se abrían, ávidos. Otro tallo pequeño y firme coronado con dos hojas como labios que se abrían, ávidos ... Y otro. Y otro más...

Ya tuvimos zapallos varias veces en el patiecito. ¡Qué abundancia, qué regocijo! ¡Cuánta vida avanzando hacia la puerta de la cocina, hacia el lavadero, trepándose a otras plantas valiéndose de esos  rulitos encantadores!. Y después, el disfrute de la obra de la naturaleza. 

Ya tuvimos, decía,  pero ahora está todo ocupado por otras vidas y otros verdes.

Recurro a un sueño que tuve o imágenes de algún otro jardín o huerta. Veo zapallos colgando de la soga de la ropa, de la baranda de la escalera que lleva a la terraza, de un alambre que atraviesa el otro patio, el de baldosas. 

Encuentro tus zapatillas abandonadas, esas que descartaste por estar destruídas y tanto tiempo estuvieron a un costado del jardín que empezaron a formar parte del paisaje y de la fila de macetas con pequeñas plantas. Todavía son buenas contenedoras y me sirven para estos nuevos brotes llenos de vida, sueños y esperanzas.

Tomo con cuidado la bolsa de compost por donde asoman para buscar la luz, los plantines de zapallo. Ahora que los vuelvo a ver se me aparecen como manos abiertas pidiendo o entregando, más bien entregando. Uso mi mano como cuchara (no hay nada que en este presente me guste más ni me haga sentir tan bien). Formo un cuenquito y tomo una buena porción de esa tierra olorosa que fue naciendo tras el rito de cada almuerzo, de cada cena, de cada sueño... Tomo una buena porción por debajo de las raíces. Me inunda una maravillosa frescura que no parece física solamente. Coloco ese tesoro en las zapas. Quiero que los plantines se hagan más fuertes para poder liberarlos luego en una buena cantidad de tierra que se está preparando y ayudarlos a trepar para que cubran todo, todo como guirnaldas de alimento vivo para compartir, alimento libre de veneno, en medio de una ciudad ruidosa, colgando como ropa o banderines para una fiesta o lamparitas anaranjadas, en el patio de una casa.


Aunque a veces ya no sé qué ni cómo hacer me sigo aferrando a estos "desentierros" para contar historias cargadas de sueños, de pequeñas y tal vez insignificantes rebeliones.

lunes, 19 de octubre de 2020

Relato audiovisual: Acción Plurinacional por la Vida y los Territorios 2...

- 11 de Octubre -
ACCIÓN PLURINACIONAL POR LA VIDA Y LOS TERRITORIOS.
¡BASTA DE EXTRACTIVISMO!
Este día se cumple un nuevo aniversario de uno de los acontecimientos más controversiales
de la historia de la humanidad. El 12 de octubre de 1492, tras el arribo de los colonizadores
europeos a nuestro continente, considerado a primera vista como un paraíso terrenal,
comenzó el saqueo, la destrucción y el genocidio de los pueblos originarios que hicieron
frente a ese primer choque, cambiando aquel sentido de lo sagrado por el peso de lo
económico. Tan pronto como tuvo lugar el primer acto de extractivismo en nuestros cuerpos
y territorios, paralelamente creció la resistencia de los pobladores ancestrales. Actualmente,
seguimos enfrentando este genocidio prolongadamente silenciado no sólo en defensa del
territorio que habitamos, sino también de una cosmovisión en la que la Tierra no es
considerada una propiedad privada. Allí donde unos intrusos vieron recursos naturales
ilimitados, los pueblos originarios sabíamos que era la fuente de toda existencia. Sin
embargo, a pesar de la resistencia, el proceso de agotamiento de la Naturaleza y las
masacres ya no se detendrían.
Lo mismo dan conquistadores, virreinatos, estados democráticos, dictadores,
multinacionales; a la hora del gobierno, todos y cada uno de ellos han hecho de nuestro
suelo una cantera apta para la explotación y el ultraje, para la acumulación de riquezas que
nada tienen que ver con la vida y el bienestar de todes y cada uno de los seres habitantes
del continente y el planeta.
Al día de hoy, nos encontramos muy cerca de llegar a un punto de no retorno. El sistema
mercantilista y el poder de las grandes compañías trasnacionales no sólo están llevando a
la pérdida irreparable de la biodiversidad planetaria y la destrucción irreversible de los
ecosistemas, sino que también se ha convertido en un riesgo extremo para la pluralidad de
las culturas. Las pruebas de todo esto están a la vista, ya no pueden ocultarse, y los
cambios tan drásticos que la actividad humana está provocando vuelven incompatible la
supervivencia de la especie humana en el planeta.
La desenfrenada carrera del poder mundial hacia un modelo de control económico
capitalista engendró y nos obligó a integrar sociedades de consumo desmedido y absurdo a
costa de enfermedad y muerte. La megaminería, el modelo industrial del agronegocio con
su paquete biotecnológico de manipulación genética, el uso de agrotóxicos. La
deforestación, endicamientos, quemas de humedales y bosques, contaminación de las
aguas, emisión de gases de efecto invernadero, quema de combustibles fósiles,
desinversión en proyectos de energías renovables, basurales a cielo abierto, calentamiento
global, deshielo, depredación, extinción de especies animales y vegetales, desertificación,
eliminación de ecosistemas de regulación climática. La reducción exponencial de la
biodiversidad, la distribución desigual de la riqueza, hambre y miseria, hacinamiento. La
elevada exposición a propagaciones de virus, la falta de vivienda y trabajo, la represión y
violación de los derechos humanos. Estas son algunas de las causas y consecuencias de
este modelo de producción basado en el saqueo y la destrucción que padecemos
cotidianamente en cada uno de los rincones del mundo. Todas estas actividades
sistemáticas son parte de un plan maestro para el Abya Yala firmado sin consulta pública
previa y a espalda de los pueblos. Por eso, denunciamos al plan IIRSA ahora denominado

Cosiplan, proyecto continental basado en el saqueo de los bienes naturales; así como
también responsabilizamos a los diferentes gobiernos cómplices que crean las leyes e
infraestructura para llevarlo a cabo.
Para esta fecha nos reunimos en distintos puntos del Abya Yala, de afrolatinoamérica, en
medio de una pandemia que nos aísla y nos impide juntarnos. Hemos decidido sumar
nuestras fuerzas y aunar nuestras voces contra el terricidio que día a día nos va quitando la
oportunidad de un futuro en armonía con la Naturaleza, a la cual pertenecemos.
Conmemoramos aquel 11 de octubre de 1492 como nuestro último día de libertad, en la
víspera del comienzo de una dignísima resistencia ancestral que continúa hasta nuestros
días y de la que, humildemente, nos consideramos continuadores.
Esta Acción Plurinacional por la Vida y los Territorios es un llamado de atención para
quienes gobiernan, para que entiendan definitivamente que debemos construir un futuro
inmediato sin más extractivismo, desde la participación activa de las comunidades en su
conjunto. Exigimos a cada una de las esferas políticas que tomen las medidas pertinentes
para incluir el accionar predominante de la sociedad y las comunidades en la toma de
decisiones necesarias para garantizar la sustentabilidad, sin redundar en el discurso vacío
de siempre, ya que los juramentos en público no se condicen en absoluto con sus políticas
concretas.
Estamos convencides de que el único plan de políticas ambientales que realmente puede ser
digno de proteger la Pachamama y de comenzar a restaurar el daño cometido contra Ella
sólo podrá concretarse si contempla, como medida primordial, ponerle freno a este modelo
productivo depredador y feroz que sólo promete el exterminio de innumerables formas de
cultura, de la vida natural y de nuestra especie humana. No permitiremos que la salida a
esta crisis económica se realice a costa de la destrucción de la Naturaleza, la Pachamama,
en su sentido integral. Ese es nuestro objetivo común.
Todo esto implica, claro está, reconsiderar algunas decisiones y desarticular algunos
acuerdos que firmaron los gobiernos y dejar de violar las leyes que protegen los derechos
de los pueblos y el ambiente. Solo para dar algunos ejemplos, desde marzo y en plena
cuarentena, actividades como la megaminería, la forestal y las fumigaciones fueron
declaradas como esenciales para poder seguir operando. Se han bajado los impuestos a la
importación de insumos para la fabricación de agrotóxicos, se ha aprobado el Plan AgTech
para el sector agropecuario, el AgOne de Bill Gates para monocultivizar la tierra y acaparar
las semillas; se han aprobado más eventos transgénicos incluyendo a un alimento
fundamental como la papa; se está por firmar un acuerdo con China que sacrificaría 25
territorios, instalando en ellos megafactorías de cerdos a riesgo de nuevas pandemias y
perpetuando la crueldad animal, mientras el hambre se profundiza en comunidades locales;
se ha permitido que los grandes desarrolladores inmobiliarios y empresarios del
agronegocio provoquen incendios en bosques nativos y humedales, causando daños
inéditos e irreparables, que nos han dejado en llamas mientras quienes tienen verdadera
responsabilidad -política y material- aún no han recibido el merecido repudio y castigo. Entre
estas y otras tantas cosas, los gobiernos han acordado también profundizar la explotación
ya existente de nuestras montañas, humedales y salares a través de la megaminería. Y
siguen negociando y acordado pagar, la deuda eterna, sin investigación previa para
repudiar y no pagar lo que los pueblos y la Naturaleza no debemos; una deuda ilegítima,

ilegal y odiosa, contraida para promover este sistema de saqueo y muerte y cuyo pago se
realiza profundizando el extractivismo.
Por esto y mucho más nos organizamos, porque no podemos seguir esperando que otros
decidan cuándo es conveniente hablar sobre el cuidado de la Tierra. Ya aprendimos que las
promesas no nos devuelven nuestros ríos, nuestra agua pura, bosques, selvas y
ecosistemas enteros; así como tampoco curan las heridas que las represiones provocan en
nuestras hermanas, hermanos, hermanes, por resistir tantos atropellos. Aquí, en el monte,
en la montaña, en la pampa profunda, en las ciudades y a lo largo y ancho de todo un
territorio sacrificado, las comunidades y organizaciones socioambientales jamás hemos
dejado de sentir los duros golpes de las políticas extractivistas, que no solo explotan los
suelos, sino que arrasan con los territorios en los que abundan vida y culturas, historia y
saber popular.
Una vez más y definitivamente, por la Vida y el Territorio, decimos: no hay plan ambiental o
económico que pueda considerarse serio o verdadero si no implica un freno al
extractivismo.

Por eso, exigimos.
Basta de extractivismo!!!
Jallalla! Mariciwew! Jaylli! Arriba les que luchan!!


Se suman:
-Casa Panaka, Casa para niñxs, mujeres, disidencias. Xul-ha. Estado de Quintana Roo.
México.
-Lalck cketi turismo sustentable y ecológico, Atacama, Chile.
-Puesto Muyu, Los Molles
-Comunidad Warpe Milcallac Llahue Xumec (Hijos del Sol) Cuyum
-Frente de Lucha por la Soberanía Alimentaria, Argentina.
-Asamblea de la Plaza, Tucumán
-Asamblea HOCO, Berazategui.
-Preservando Hudson.
-Foro Río de la Plata, Argentina.
-Asamblea por la Vida Chilecito, La Rioja.
-Reserva Natural de Ciudad Evita, Buenos Aires.
-No a la entrega de la costa Avellaneda Quilmes.
-Centro cultural comunitario el Bondi
-Guardianes del Yvera, Corrientes.
-Asamblea por el Agua del Guasco Alto, Chile.
-Amigos de la Tierra
-Federación de Trabajadores Correntinos.
-Vecinos autoconvocados de Andalgalá, Catamarca.
-Asamblea el Algarrobo, Andalgalá, Catamarca.
-Ecoguay, Entre Ríos.
-Paren de Fumigar Pergamino, Pcia. de Buenos Aires.
-Marcha Plurinacional de los Barbijos, Santa Fe
-FOL

-Conciencia Ecológica, San Pedro, Buenos Aires.
-Amigos del Parque Aguiar.
-Asamblea Ambiental San Nicolás.
-Asamblea de Villa la Ñata y Dique Luján.
-Sembrando Conciencia Baradero.
-Asamblea Unidos por el Río, Vicente López.
-Todxs por el Yrigoyen.
-Vecinos por el 100% Verde en el golf de Villa Adelina
-Asamblea por el Parque Público Beccar.
-Vecinos Autoconvocados Humedal Canal Génova.
-Vecinos Contaminados Berisso-Ensenada-La Plata.
-Salvemos el monte de Berisso, Pcia. De Buenos Aires.
-Villa Constitución sin Venenos.
- EcoCampana.
-Organización de ambientalistas autoconvocados.
-SOS Humedales Escobar.
-Red de Vida por la Bioculturalidad, México
-Red no a las Represas, Santa Cruz.
-Movimiento Patagonia Libre.
-ReExistencias por el Buen Vivir, Tucumán
-Frente Tucumán Contra las Megafactorías Porcinas.
-Espacio Permacultural Amarantes, Tucumán.
-Fuera Porta, Córdoba.
-Comunidad bojan&#39; charrúa, comunidad tacuabe.
-Integrantes de la alianza bojan&#39; y comunidad Hue` Entre Ríos.
-Comunidad betum, Salto, Uruguay.
-Red Federal de Docentes por la Vida.
-Naturaleza de Derechos.
-ConCiencia agroecológica 9 de Julio, Pcia. de Buenos Aires.
-Tierra para vivir y CoPA en Marabunta
-Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria UNLP
-Asamblea Popular por el Agua, Mendoza.
-USIN ( Colectivo por la Soberanía Alimentaria y la Salud de los territorios, Tierra del Fuego)
-Ecos de Saladillo, Pcia. de Buenos Aires.
-PUCARA. Pueblos Catamarqueños en Resistencia y Autodeterminación.
-Comunidad Atacameños del Altiplano, Antofagasta de la Sierra
-Comunidad Antofagasteños de Antiofaco. Antofagasta de la Sierra.
-Asamblea por el ambiente la salud y la vida, Bahía blanca
-Rebelión o extinción - XR Argentina, Buenos Aires
- Multisectorial humedales, Rosario
-Huerquen, comunicación en colectivo, Buenos Aires
-Vecinxs autoconvocadxs por la salud ambiental, Trenque Lauquen.
-Entrelazando en Abya Yala, Buenos Aires
-Madres de Ituzaingo, Linea fundadora, Córdoba Capital
-Va Amancay- Calamuchita
-Desvío a la Raíz ! Agricultura ancestral, Santa Fe.
-Madres y vecinos autoconvocados de Berrotaran.
-Asamblea por el agua y los bienes comunes de Luján, Lujan de Cuyo, Mendoza.

-Caravana de los pueblos, Santa Fe
-Multisectorial humedales, Buenos Aires.
-Andino Verde organizado, Santa Fe
- CaLiSA 9 de Julio, Pcia. de Bs. As
-El Paraná No Se Toca, Rosario
-Venceremos partido de trabajadorxs, Argentina
-ConCiencia Elemental, Rosario
-Gane quien gane y Asociación Argentina Uruguaya de Economía Ecológica, Escobar
-Foro hídrico lomas de Zamora
-Foro Santafesino por la Salud y el Ambiente, Santa Fe Capital
-Grupo de autocovocadxs &quot;El Paraná NO se toca&quot; , Rosario
-Subversión, Argentina
-Coordinadora de Ongs no gubernamental de la costa, Santa Fe
-Asociación civil Manos Vivas, Arroyo Leyes Santa Fe
-Asamblea Pachamama, Montevideo
-Andino verde organizado, Rosario
-Asamblea por la vida de Chilecito (La Rioja)
-Asamblea Amaicha de Pie
-Corriente Emancipación Sur.
-Museo del Hambre
-Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Escuela de Nutrición de la UBA
-Seminario sobre el Hambre y el Derecho Humano a la Alimentación Adecuada de la
Facultad de Derecho de la UBA
-Paren de Fumigarnos Necochea Quequen
-AC. Vecinxs Unidos del Barrio Grande, Gral. Rodríguez.
-Cuadrilla de la tierra, Rosario
-Área de comunicación comunitaria UNER
-Colores Tierra, La Matanza
-Ambiente Saludable San Andrés de Giles
-Frente ecoperonista, ER
-Asamblea Ciudadana por la Defensa de las Sierras de Tandil
-COENDU Conservación de Especies Nativas del Uruguay
-Escuela Secundaria &quot;Andres Carrasco Saladillo
-El Calafate Consciente
-Comunidad Warpe Micayac Llahue Xumec
-Movimiento Nacional de salud Laicrimpo, Argentina
-Casa de todos, Rosario, Santa Fe, Argentina
-Huerta comunitaria En Pampa y la vía, Berazategui
-Junta Vecinal por un ambiente saludable Tandil
-Pura Praxis teatro de las oprimidas - Red Ma(g)dalena Internacional, Buenos Aires
-Conciencia Ecológica, San Pedro
-Sembrando conciencia socioambiental Necochea
-Asamblea de mujeres emprendedoras de Villa Mantero, Entre Ríos
-Asamblea de Famatina, La Rioja
-Preservando Hudson, Guillermo E. Hudson
-Pañuelos en Rebeldía Equipo de Educación Popular
-Vivero Atrapasueños, San Gregorio de Polanco, Uruguay
-Asamblea d L Heras por el agua pura Mendoza

-Colectivo Ñangapiré, San Gregorio de Polanco, Tacuarembó. Uruguay
-Asamblea Maipucina por el Agua, Maipú, Mendoza
-Veredas Vivas, CABA
-No a la Mina, Buenos Aires.
- Agrupación Rojinegra El Bolsón 90.1, El Bolsón. Prensa del Pueblo.
-Red Protierra Argentina (Comisión Hábitat)
-La Colectiva Santa Maria de Punilla (Córdoba)
-Asamblea Santa Maria de Punilla (Córdoba)
-Colectivo Paren de Fumigar Córdoba
-VUDAS, Vecinos Unidos por la Vida (Córdoba)
-Asamblea Cloacas Ya..!! (Córdoba)
-Asamblea Balcon de Punilla -Área Natural Protegida- (Córdoba- Dpto. Punilla)
-Grupo de Madres de Barrio Ituzaingo (Córdoba)
-RED/CONSCIENCIA
-Bosque de la Diversidad Pilar, Buenos Aires
-Asociación Ciudadana por los Derechos Humanos, Argentina
-Buenos Aires Sostenible, CABA
-Asociación mutual nueva siglo XXI, CABA
-Asamblea Rio Cuarto sin agrotóxicos (Pcia. de Córdoba)
-Multisectorial Humedales Santa Fe y la Capital, Departamento La Capital, Pcia.Santa Fe
-Mesa Provincial no a las Represas Misiones
-Propuesta Sur. Rosario
-Basta de extractivismo, CABA
-Comisión de Agroecología Urbana, Coord. La Ciudad somos quienes la habitamos, AMBA -
Equistica Rosario
-Comisión de Cambio Climático, Coord. La Ciudad somos quienes la habitamos, AMBA -
Vecinos Autoconvocados por los Humedales de la Ciudad de Rosario, Santa Fe
-Asamblea Socioambiental por el Agua de Guaymallén, Mendoza
-Asambleas por el agua de Luján de Cuyo, Mendoza
-Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria UNR, Casilda.
-Iniciativa Arcoiris de Ecología Política, CABA.
-Asamblea vecinos de Rincon, San José de Rincon
-AMA Asamblea Mercedina por la Agroecología Mercedes, Bs. As. Argentina
-Escurla Chico Mendes Rosario
-Diálogo 2000-Jubileo Sur Argentina
-Marabunta Corriente Social y Política, Córdoba
-Asamblea del Monte de Unquillo, Córdoba, Argentina
-Comunidad Nicoleña por el Ambiente, San Nicolás de los Arroyos
-Movimiento Campesino de Córdoba MNCI Somos Tierra, Córdoba
-Grupo de Extensión Universitaria Impenetrable Chaqueño-GEUIC- Exactas UBA, CABA
-MoVeA, Pehuajó, Pcia. de Buenos Aires.
-Red Eco Alternativo, Colectivo de Comunicación y Cultura (Córdoba)
-Colectiva Feministas Andando Sierras Chicas, Córdoba.
-Vecines de Parque La Isla de La Paternal, Ciudad de Buenos Aires.
-Moneda Par, La Plata
-Asamblea Vecinal Ramallo (Bs. As.)
-Taller globetario de arte libre para la Decodificación del Esquema Conceptual Colonial
&quot;Más de Qunientos Veintiocho Millones Derrotando el miedo&quot; La Plata, Argentina.

-Por el saneamiento y preservación de la Cuenca del arroyo El Pescado.
-Multisectorial Antiextractivista, AMBA
-Catedra feminista Virginia Bolten. UNLP La Plata
-Asamblea Socio Ambiental de San Martín de los Andes, Neunquén.
-Agrupación Docente Resistencia Colectiva San Martín. GBA
-Círculo de Estudio de Soberanía Alimentaria Unsam, San Martín GBA
-Vecinos Auto-convocados Suardi ( Por la Salud y el Ambiente) Suardi
-Asociación Civil Manos Vivas Arroyo Leyes
-Asociación civil rastrilladas del oeste, Bolívar-Bs. As Argentina
-Grupo de Etnobiología-FCEyN-UBA, Buenos Aires
-Colectivo Tierra Viva Bolívar
-Matamba-lbtiq.or, Argentina
-Humedales del Río Uruguay-Concepción del Uruguay, Entre Ríos
-Por el Monte (comisión artística), Córdoba.
-Red de Agroecología Ribera Norte del Paraná. Zárate.
-Espacio Barrial Ombu - Open Door, Buenos Aires
-Tejido de Profesionales Indígenas en Argentina
-Comisión de Derecho Animal, San Miguel De Tucumán
-Frente Popular Darío Santillán, Corriente Plurinacional Argentina
-Vecinos por la Ecología, CABA
-Acción Respeto Tucumán
-Justicia Ambiental. IIFAP -FCS- UNC
-Asamblea Por el Monte (Córdoba Capital)
-Asamblea Ambiental de San Marcos Sierras
-Colectivo de educadorxs desde el sur (Córdoba)
-Después de la Deriva (FM La Tribu)
-Grupo de Filosofía de la Biología (UBA-CONICET)
-Asamblea por el Monte Río Ceballos
-Asamblea por el Monte San Marcos Sierra.
-Asamblea de Vecinxs Autoconvocadxs por el NO A LA MINA de Esquel
-Asamblea No a la Mina Trevelin.
-Pueblo Nación Mapuce.
-Asamblea Socioambiental por el Agua de Guaymallén. Mendoza
-Red Local de Estudios Agroecológicos Baradero-San Pedro, Buenos Aires, Argentina.
-Asamblea SocioAmbiental Campana.
-BioTerra Campana, Buenos Aires.
-Asamblea en Defensa del Ambiente Córdoba Capital
-Comunidad Cobos Grande, Ecuador Pcia. Cotopaxi, cantón Salcedo Pquia. Cusubamba
-Movimiento de los Pueblos, por un socialismo feminista desde abajo// Frente Popular Darío
Santillán- Corriente Plurinacional// Izquierda Latinoamericana Socialista// Movimiento por la
Unidad Latinoamericana y el Cambio Social// Frente Popular Darío Santillán// Movimiento 8
de Abril, La Plata
-Amor en Movimiento, Buenos Aires
-Espacio de Acción y Diálogo por la Conservación (ISPM) Buenos Aires, Argentina
-Asamblea de Vecinos autoconvocados Uspallata
-Radio La Negra, El Bolsón.
-Grupo vecinal contra las fumigaciones y por la soberanía alimentaria (Exaltación De la
Cruz, Pcia. de Bs.As)

-Radio Comunitaria Membrillo, Famatanca, Catamarca.
-Asamblea de Cosquín, Córdoba.
-Asamblea Socioambiental Cuenca de Los Pozuelos Puna Jujeña
-Vecinos Autoconvocados en defensa de Santa Catalina
-Asamblea Socioambiental Zona Este de Mendoza
-Radio el Algarrobo
-Mujeres del Silencio
-Todos de Andalgala
-Movimiento Socioambiental del Valle de Huasco, Chile.
-Colectivo Ambiental Basta es Basta Basavilbaso.
-Asamblea de la Reserva de Biosfera Pereyra Iraola
-Puel Mapu, Patagonia.
-DRB Docentes Rurales Bonaerenses.

miércoles, 14 de octubre de 2020

Tu amor es como el hambre - Gabo Ferro - 2007





Letra y Música: Gabo Ferro // Del Álbum: Mañana no debe seguir siendo esto.

Tu amor es como el hambre que se come la noche
Cuando la noche es buena tu amor es como el hambre
Que se come las estrellas y la luna toda entera,
las camas y los sueños, las persianas y el silencio
los gatos que se aman fuera, los perros que esperan dentro
la sonrisa del que sueña y la angustia del despierto
Tu amor todo se lo traga; todo se lo traga entero.

Tu amor es como el hambre que se come la noche
Cuando la noche es buena tu amor es como el hambre
Que se come la memoria, las fotos y los poemas
los cuadernos y los libros de otros que queres que duerman,
o que no hayan existido en mi vigilia en la tierra
Tu amor come los cuchillos, las cucharas, los sombreros
Tu amor todo se lo traga, todo se lo traga entero.
Tu amor es como el hambre que se come la noche
Cuando la noche es buena tu amor es como el hambre



domingo, 11 de octubre de 2020

Volver a Volver - Gabo Ferro - Hermano Sol, concierto por la fe en la di...



Volver a volver

Frío...
Hace tanto frío...
Que no puedo... más que arder...
Estallará...
Mi boca estallará...
En dulce de esmeraldas, en pájaros y espinas, y un paso se abrirá...
Y yo me iré
Como el humo al aire que no podrá volver
Me haré un tornado dulce, un perfume, una piel
Seré mi propio padre y así voy a aprender
Que irse es volver a volver...
Afuera...
Afuera solo el mundo...
Puro aire para brujas y un tiempo que está y se fue...
Así
Con vértigo y vacío...
Con mi cuerpo que es mío no me faltará nada
Porque... yo me iré como el humo al aire
Que no podrá volver
Me haré un tornado dulce, un perfume, una piel
Seré mi propia madre y así voy a aprender
Que irse es volver a volver
Y a volver
Y a volver
Y a volver
Y yo me iré
Como el humo al aire que no podrá volver
Me haré un tornado dulce, un perfume, una piel
Seré mi propia madre y así voy a aprender
Que irse es volver a volver...

domingo, 4 de octubre de 2020

Canción de cuna para el fuego


Primera estrofa
Arte marciano sobre mandala y foto de Tolhuin


 

sábado, 3 de octubre de 2020

Poema XIII

 cuando todo esto termine

¿volverá el deseo?
¿qué volverá y qué no?

¿en qué parte del pozo
nos hallará la noche?

¿cómo será encontrarse?
¿mirarse a los ojos?

¿nos miraremos al fin?

¿qué puerta abriremos primero?

¿será una búsqueda de aquellas cosas?
¿lamentaremos las muertes?
¿sabremos qué decir?

cuando todo esto pase
y recorramos los bosques maltratados
y encontremos las cenizas
y las guaridas vacías
¿qué palabra nos consolará?
¿o será sólo un largo silencio
el que pueda abrazarnos?

¿tendrá sentido mirar hacia arriba?
¿y pisar con pies desnudos?
¿y salir al sol por las mañanas?

¿recordaremos los pasos de baile?
¿y las risas en los bares?
¿y a ese cantante que íbamos a ver?

¿pasará todo esto?
¿volverá el deseo?
¿nos miraremos al fin?


jueves, 1 de octubre de 2020

Anagramas

busco en la noche

pequeños retazos

con que remendar

una historia

ungüento para calmar

dolores de huesos

una palabra 

que sintetice la idea de volver

a la vida trashumante


tres cosas para resolver

por lo menos

lo que queda de esta vigilia

remiendos

remedios

abrazar los miedos


como casi siempre

me pierdo

y lo que encuentro 

es aquello que busqué

sin resultado

en otros siniestros


me digo que igual me sirve

que algo es algo

que estoy aprendiendo a reutilizar

y que al fin y al cabo

todos mis naufragios se parecen


pero hasta la próxima búsqueda

la historia quedará rota

los dolores persistirán

y en el renglón

aullará un inquietante silencio


<°><°><°><°><°><°><°><°>


(tres cosas busco

tres respuestas pierdo

tres preguntas encuentro


¿hay historias rotas o simplemente historias? 

¿elijo ungüento o movimiento? 

¿y si la palabra aparece cuando realmente la desee?)

viernes, 18 de septiembre de 2020

jueves, 6 de agosto de 2020

El meollo

Hoy encontré en el jardín los carozos de durazno de tu último verano aquí.
Me parece verte, desde la puerta de la cocina arrojándolos.
Y me parece escucharte también contándome algún episodio de algo entre fruta y fruta.
Me pregunto cuántas historias pueden caber en este hallazgo si me basta con cerrar los ojos para empezar a recordar detalles de tus tonos de voz, tu risa, tu vocabulario rebuscado, a veces; tus vocativos para referirte a mí, y tus anécdotas.
Cuántas historias, cuántas palabras y cuántas voces en el recuerdo de un gesto cotidiano, veraniego, por demás placentero como es saborear un durazno amarillo, jugoso, maduro y dulce; perfecto en tamaño, olor y color. Un durazno, dos o tres en una misma ingesta, y arrojar los carozos hacia ese, este abismo verde.
Hoy los encontré, los volví a desenterrar involuntariamente después del largo entierro de los días de ausencia mientras removía un poco las hojas secas, mientras mis manos gozaban de la humedad de la tierra negra, de las lombrices y de otras vidas.

Siempre que trabajo en el jardín desentierro algo. A veces son objetos reales que me llevan a imágenes reales; a veces,  palabras que se me anudan en la garganta o preguntas que no tienen respuestas porque para eso tendrías que volver a comer duraznos en este patio y no sé si querrías.

sábado, 1 de agosto de 2020

martes, 28 de julio de 2020

lunes, 27 de julio de 2020

Cuentos en casa Capítulo 15

Gracias, Ana María Oddo por tu amorosa invitación.

Juancito de las arregla de Patricia Morante

26) Los naufragios


De ritos, lagunas y alegrías. 2014
De voces, umbrales y aullidos, 2015
Mandalas y serpientes. 2018

domingo, 26 de julio de 2020

Eduardo Galeano - Relatos Narrados Por Galeano (2007)

En la sagrada hoguera. Ana María Oddo

25) Ritos del camino



Reunión, 2020
De competencias, complicidades y compartires, 2017
Ritos del camino, 2015
Mburucuyá, 2014
Sombra inquieta , 2014
Poema de domingo, 2011

jueves, 23 de julio de 2020

24) Silencio y otras voces



De llantos y otras voces, 2018
De pensamientos, ternura y rebeldía, 2017
Derecho a las abejas, 2018/ 2020
Otra vez la poesía, 2015

lunes, 20 de julio de 2020

23) Bienandanza


Durmiente, 2012
PrOblEMA, 2012
Una paloma... 2017

domingo, 19 de julio de 2020

sábado, 18 de julio de 2020

Arte, monte nativo y voces, de pie!



Poesía bendicente 

Que el fuego sea 
para las canciones
Que a cielo abierto, la alegría
Que habitemos con amor este mundo
Que el arte y el monte sigan de pie
Que las voces y los cuerpos sigan de pie
Que vuele un abrazo  para el monte nativo
Que vaya uno para quienes luchan
Que el arte, 
el monte, 
las voces, 
los cuerpos, 
los abrazos 
sigan de pie
Que así sea 

viernes, 10 de julio de 2020

21) La evocación de los días


Palabras, 2014
Semilla y estrella, 2019
La única, 2017
Sueño, 2019

miércoles, 8 de julio de 2020

20) La próxima piedra

Algunos poemas 
Duermen o dormitan
Por largo tiempo
Un día cualquiera 
Se desperezan 
Y dejan oir su voz

Como un sueño amado 
Ya no vuelven a dormir
Así, POEMAS DESVELADOS


Otro asunto confuso 
Castillo de naipes 
Uno y dos 
Al otro lado 
Noche 

lunes, 29 de junio de 2020

17) Amagos del sueño


Noche nana, noche non, 2013
Poema MMXX, 2020
Poema IX, 2019
Poema sin fecha, 2019
Poema L, 2020

La muerte, los sueños, los recuerdos




sábado, 27 de junio de 2020

Historias pulsan por emerger

No importa con qué frecuencia me ponga a trabajar en el jardín; cada vez que lo hago, desentierro algo.


Dirán que es común que les suceda a quienes emprenden actividades de esa índole. Y es verdad, no me estaría ocurriendo nada digno de incluirlo en el Guinness.
Lo que me hace contarlo es que con algunos objetos he formado en ocho años una pequeña colección que redescubrí en estos días, como tantas otras cosas, en estos días.

No sabía o no recordaba que algunas piezas habían sido lavadas cuidadosamente, despojadas del barro propio del lugar de los hallazgos, y colocadas en una cajita, "dorada" para más información.
Reconozco que no todo lo encontrado allí, en la cajita,  en estos días, pertenece al jardín ya que convive con pequeños objetos que han dejado mis hijos cuando se fueron de esta casa: un anillo estrafalario, un llavero de esqueleto, un muñequito de Dragon Ball y una pequeña caracola de mar, entre otros.

"Un soldadito arrodillado/ con un arma en una mano/ y una pala en la otra", es el comienzo de un poema que garabateé durante la época en que empezaron los hallazgos. Ese soldadito fue digno de mención y, tal vez, el haber incluído la imagen en un escrito haya impedido el olvido. Después (en la caja dorada) fui incorporando:  un personaje por el que recuerdo haber preguntado en alguna red social, un príncipe oscuro del animé  Yu-Gi-Oh!, me respondieron; varios personajes más, de la índole del primero, a quienes reconozco como parte de este jardín pero no recordaba; y el último, el que me hizo contar/imaginar esta historia, una especie de monstruito con la boca bien abierta que no puedo mantener en pie porque le faltan partes y que al acostarlo sobre la mesa pareciera que se me burla.

(Ahora que recuerdo, mientras escribo, varias canicas fueron encontradas en el barro. Lo que no hallé todavía en mi memoria es el lugar donde las guardé...)

En fín, pequeños objetos con los que jugaron niños o niñas de las familias que habitaron antes esta casa y que yo fui descubriendo, y se nota que los valoré como para guardarlos (además de que sufro de la condición de guardar lo que cualquiera desecharía).

Como dije, una pequeña colección hecha al pasar y no tanto; extraordinaria y doméstica a la vez; importante o no pero relevante para mí porque es parte de  la historia de descubrimientos y desentierrros de este jardín que habito.

Puedo resumir estos meses  como tiempo de descubrimientos, incluso hallazgos de otras cuarentenas (autoimpuestas) como objetos  y "cosas" más allá de los objetos.

Salvando las distancias, la magnitud y la relevancia de las historias vinculo lo narrado con un documental  en el que también se desentierran historias. Un pueblo que vivió poco más de 10 años en La Pampa. Y lo vinculo, además, porque llegué a él sin saber de qué se trataba y el mismo día en que encontré la cajita.

MIRÓ, LAS HUELLAS DEL OLVIDO cuenta que cuando la gente dejó el pueblo, porque los dueños de los campos se lo pidieron, tuvieron que tirar abajo las casas. Quedaron los cimientos y todos aquellos objetos que no se pudieron o quisieron llevar a los nuevos pueblos fundados. Esos objetos, comenzaron a ser encontrados después de un siglo y así, como los objetos,  emergieron las historias que estaban bajo tierra. La documentalista, Franca González va reconstruyendo la vida de ese pueblo que en la actualidad tiene sus ruinas bajo monocultivo de soja.
"Esas historias siempre quieren emerger", dice uno de los investigadores y yo me pregunto si  mi pequeña colección tendrá que ver también con  historias así, a otra escala, por cierto.

Bueno, hace años que doy vueltas con estas cuestiones y ahora en época de confinamiento y porque tengo en mis manos la cajita dorada, me doy el espacio~tiempo para relatar estos pareceres y, tal vez, reconstrucciones o invenciones de historias. Lo segundo me parece más factible por mi condición de delirante más que de documentalista.

¿Se trata de historias que quedan como semillas bajo tierra, literal y/o metafóricamente...?


No podría responderme aún. Lo que sé es que éste es el principio de las historias de desentierros, tal vez para que, como la suerte que corrió el soldadito arrodillado, no se sumerjan en mi olvido.



Foto Tolhuin, Príncipe oscuro y otros desentierros

15) Amor almácigo


Para Daniel, por supuesto


Mi corazón es ánfora, 2015
Vasija silbadora, 2015 °°
Ese instante, 2015
Regazo de la tarde, 2016
Ponson du Terrail, 2017
Poema en el 64, 2016







°°


miércoles, 24 de junio de 2020

14) La orquesta de los domingos

Para comenzar, 2016
A la semilla, 2015
Poema II, 2014
Derecho a las gotas, 2015
Pregunta 2013

martes, 23 de junio de 2020

13) Sacudida de epígrafes y sus efectos


Poema XVIII, Para Alejandra
Poema XV, 45
Poema XIV, Encontrar la llave

lunes, 22 de junio de 2020

La peste del insomnio


"Pero la india les explicó que lo más temible de la enfermedad del insomnio no era la imposibilidad de dormir, pues el cuerpo no sentía cansancio alguno, sino su inexorable evolución hacia una manifestación más crítica: el olvido"


Cien años de soledad, cap. 3. Gabriel García Márquez



Capítulo 3

El hijo de Pilar Ternera fue llevado a casa de sus abuelos a las dos semanas de nacido. Úrsula lo admitió de mala gana, vencida una vez más por la terquedad de su marido que no pudo tolerar la idea de que un retoño de su sangre quedara navegando a la deriva, pero impuso la condición de que se ocultara al niño su verdadera identidad. Aunque recibió el nombre de José Arcadio, terminaron por llamarlo simplemente Arcadio para evitar confusiones. Había por aquella época tanta actividad en el pueblo y tantos trajines en la casa, que el cuidado de los niños quedó relegado a un nivel secundario. Se los encomendaron a Visitación, una india guajira que llegó al pueblo con un hermano, huyendo de una peste de insomnio que flagelaba a su tribu desde hacía varios años. Ambos eran tan dóciles y serviciales que Úrsula se hizo cargo de ellos para que la ayudaran en los oficios domésticos. Fue así como Arcadio y Amaranta hablaron la lengua guajira antes que el castellano, y aprendieron a tomar caldo de lagartijas y a comer huevos de arañas sin que Úrsula se diera cuenta, porque andaba demasiado ocupada en un prometedor negocio de animalitos de caramelo. Macondo estaba transformado. Las gentes que llegaron con Úrsula divulgaron la buena calidad de su suelo y su posición privilegiada con respecto a la ciénaga, de modo que la escueta aldea de otro tiempo se convirtió muy pronto en un pueblo activo, con tiendas y talleres de artesanía, y una ruta de comercio permanente por donde llegaron los primeros árabes de pantuflas y argollas en las orejas, cambiando collares de vidrio por guacamayas. José Arcadio Buendía no tuvo un instante de reposo. Fascinado por una realidad inmediata que entonces le resultó más fantástica que el vasto universo de su imaginación, perdió todo interés por el laboratorio de alquimia, puso a descansar la materia extenuada por largos meses de manipulación, y volvió a ser el hombre emprendedor de los primeros tiempos que decidía el trazado de las calles y la posición de las nuevas casas, de manera que nadie disfrutara de privilegios que no tuvieran todos. Adquirió tanta autoridad entre los recién llegados que no se echaron cimientos ni se pararon cercas sin consultárselo, y se determinó que fuera él quien dirigiera la repartición de la tierra. Cuando volvieron los gitanos saltimbanquis, ahora con su feria ambulante transformada en un gigantesco establecimiento de juegos de suerte y azar, fueron recibidos con alborozo porque se pensó que José Arcadio regresaba con ellos. Pero José Arcadio no volvió, ni llevaron al hombre—víbora que según pensaba Úrsula era el único que podría darles razón de su hijo, así que no se les permitió a los gitanos instalarse en el pueblo ni volver a pisarlo en el futuro, porque se los consideró como mensajeros de la concupiscencia y la perversión. José Arcadio Buendía, sin embargo, fue explícito en el sentido de que la antigua tribu de Melquíades, que tanto contribuyó al engrandecimiento de la aldea con su milenaria sabiduría y sus fabulosos inventos, encontraría siempre las puertas abiertas. Pero la tribu de Melquíades, según contaron los trotamundos, había sido borrada de la faz de la tierra por haber sobrepasado los límites del conocimiento humano.

Emancipado al menos por el momento de las torturas de la fantasía, José Arcadio Buendía impuso en poco tiempo un estado de orden y trabajo, dentro del cual solo se permitió una licencia: la liberación de los pájaros que desde la época de la fundación alegraban el tiempo con sus flautas, y la instalación en su lugar de relojes musicales en todas las casas. Eran unos preciosos relojes de madera labrada que los árabes cambiaban por guacamayas, y que José Arcadio Buendía sincronizó con tanta precisión, que cada media hora el pueblo se alegraba con los acordes progresivos de una misma pieza, hasta alcanzar la culminación de un mediodía exacto y unánime con el valse completo. Fue también José Arcadio Buendía quien decidió por esos años que en las calles del pueblo se sembraran almendros en vez de acacias, y quien descubrió sin revelarlos nunca los métodos para hacerlos eternos. Muchos años después, cuando Macondo fue un campamento de casas de madera y techos de zinc, todavía perduraban en las calles más antiguas los almendros rotos y polvorientos, aunque nadie sabía entonces quién los había sembrado. Mientras su padre ponía en orden el pueblo y su madre consolidaba el patrimonio doméstico con su maravillosa industria de gallitos y peces azucarados que dos veces al día salían de la casa ensartados en palos de balso, Aureliano vivía horas interminables en el laboratorio abandonado, aprendiendo por pura investigación el arte de la platería. Se había estirado tanto, que en poco tiempo dejó de servirle la ropa abandonada por su hermano y empezó a usar la de su padre, pero fue necesario que Visitación les cosiera alforzas a las camisas y sisas a los pantalones, porque Aureliano no había sacado la corpulencia de los otros. La adolescencia le había quitado la dulzura de la voz y lo había vuelto silencioso y definitivamente solitario, pero en cambio le había restituido la expresión intensa que tuvo en los ojos al nacer. Estaba tan concentrado en sus experimentos de platería que apenas si abandonaba el laboratorio para comer. Preocupado por su ensimismamiento, José Arcadio Buendía le dio llaves de la casa y un poco de dinero, pensando que tal vez le hiciera falta una mujer. Pero Aureliano gastó el dinero en ácido muriático para preparar agua regia y embelleció las llaves con un baño de oro. Sus exageraciones eran apenas comparables a las de Arcadio y Amaranta, que ya habían empezado a mudar los dientes y todavía andaban agarrados todo el día a las mantas de los indios, tercos en su decisión de no hablar el castellano, sino la lengua guajira. «No tienes de qué quejarte», le decía Úrsula a su marido. «Los hijos heredan las locuras de sus padres». Y mientras se lamentaba de su mala suerte, convencida de que las extravagancias de sus hijos eran algo tan espantoso como una cola de cerdo, Aureliano fijó en ella una mirada que la envolvió en un ámbito de incertidumbre. —Alguien va a venir —le dijo.

Úrsula, como siempre que él expresaba un pronóstico, trató de desalentarlo con su lógica casera. Era normal que alguien llegara. Decenas de forasteros pasaban a diario por Macondo sin suscitar inquietudes ni anticipar anuncios secretos. Sin embargo, por encima de toda lógica, Aureliano estaba seguro de su presagio.

—No sé quién será —Insistió; pero el que sea ya viene en camino.

El domingo, en efecto, llegó Rebeca. No tenía más de once años. Había hecho el penoso viaje desde Manaure con unos traficantes de pieles que recibieron el encargo de entregarla junto con una carta en la casa de José Arcadio Buendía, pero que no pudieron explicar con precisión quién era la persona que les había pedido el favor. Todo su equipaje estaba compuesto por el baulito de la ropa, un pequeño mecedor de madera con florecitas de colores pintadas a mano y un talego de lona que hacía un permanente ruido de cloc cloc cloc, donde llevaba los huesos de sus padres. La carta dirigida a José Arcadio Buendía estaba escrita en términos muy cariñosos por alguien que lo seguía queriendo mucho a pesar del tiempo y la distancia y que se sentía obligado por un elemental sentido humanitario a hacer la caridad de mandarle esa pobre huerfanita desamparada, que era prima de Úrsula en segundo grado y por consiguiente parienta también de José Arcadio Buendía, aunque en grado más lejano, porque era hija de ese inolvidable amigo que fue Nicanor Ulloa y su muy digna esposa Rebeca Montiel, a quienes Dios tuviera en su santo reino, cuyos restos adjuntaba la presente para que les dieran cristiana sepultura. Tanto los nombres mencionados como la firma de la carta eran perfectamente legibles, pero ni José Arcadio Buendía ni Úrsula recordaban haber tenido parientes con esos nombres ni conocían a nadie que se llamara como el remitente y mucho menos en la remota población de Manaure. A través de la niña fue imposible obtener ninguna información complementaria. Desde el momento en que llegó se sentó a chuparse el dedo en el mecedor y a observar a todos con sus grandes ojos espantados, sin que diera señal alguna de entender lo que le preguntaban. Llevaba un traje de diagonal teñido de negro, gastado por el uso, y unos desconchados botines de charol. Tenía el cabello sostenido detrás de las orejas con moños de cintas negras. Usaba un escapulario con las imágenes borradas por el sudor y en la muñeca derecha un colmillo de animal carnívoro montado en un soporte de cobre como amuleto contra el mal de ojo. Su piel verde, su vientre redondo y tenso como un tambor, revelaban una mala salud y un hambre más viejas que ella misma, pero cuando le dieron de comer se quedó con el plato en las piernas sin probarlo. Se llegó inclusive a creer que era sordomuda, hasta que los indios le preguntaron en su lengua si quería un poco de agua y ella movió los ojos como si los hubiera reconocido y dijo que sí con la cabeza.

Se quedaron con ella porque no había más remedio. Decidieron llamarla Rebeca, que de acuerdo con la carta era el nombre de su madre, porque Aureliano tuvo la paciencia de leer frente a ella todo el santoral y no logró que reaccionara con ningún nombre. Como en aquel tiempo no había cementerio en Macondo, pues hasta entonces no había muerto nadie, conservaron el talego con los huesos en espera de que hubiera un lugar digno para sepultarlos, y durante mucho tiempo estorbaron por todas partes y se les encontraba donde menos se suponía, siempre con su cloqueante cacareo de gallina clueca. Pasó mucho tiempo antes de que Rebeca se incorporara a la vida familiar. Se sentaba en el mecedorcito a chuparse el dedo en el rincón más apartado de la casa. Nada le llamaba la atención, salvo la música de los relojes, que cada media hora buscaba con ojos asustados, como si esperara encontrarla en algún lugar del aire. No lograron que comiera en varios días. Nadie entendía cómo no se había muerto de hambre, hasta que los indígenas, que se daban cuenta de todo porque recorrían la casa sin cesar con sus pies sigilosos, descubrieron que a Rebeca solo le gustaba comer la tierra húmeda del patio y las tortas de cal que arrancaba de las paredes con las uñas. Era evidente que sus padres, o quienquiera que la hubiese criado, la habían reprendido por ese hábito, pues lo practicaba a escondidas y con conciencia de culpa, procurando trasponer las raciones para comerlas cuando nadie la viera. Desde entonces la sometieron a una vigilancia implacable. Echaban hiel de vaca en el patio y untaban ají picante en las paredes, creyendo derrotar con esos métodos su vicio pernicioso, pero ella dio tales muestras de astucia e ingenio para procurarse la tierra, que Úrsula se vio forzada a emplear recursos más drásticos. Ponía jugo de naranja con ruibarbo en una cazuela que dejaba al sereno toda la noche, y le daba la pócima al día siguiente en ayunas. Aunque nadie le había dicho que aquel era el remedio específico para el vicio de comer tierra, pensaba que cualquier sustancia amarga en el estómago vacío tenía que hacer reaccionar al hígado. Rebeca era tan rebelde y tan fuerte a pesar de su raquitismo, que tenían que barbearla como a un becerro para que tragara la medicina, y apenas si podían reprimir sus pataletas y soportar los enrevesados jeroglíficos que ella alternaba con mordiscos y escupitajos, y que según decían los escandalizados indígenas eran las obscenidades más gruesas que se podían concebir en su idioma. Cuando Úrsula lo supo, complementó el tratamiento con correazos. No se estableció nunca si lo que surtió efecto fue el ruibarbo o las tollinas, o las dos cosas combinadas, pero la verdad es que en pocas semanas Rebeca empezó a dar muestras de restablecimiento. Participó en los juegos de Arcadio y Amaranta, que la recibieron como una hermana mayor, y comió con apetito sirviéndose bien de los cubiertos. Pronto se reveló que hablaba el castellano con tanta fluidez como la lengua de los indios, que tenía una habilidad notable para los oficios manuales y que cantaba el valse de los relojes con una letra muy graciosa que ella misma había inventado. No tardaron en considerarla como un miembro más de la familia. Era con Úrsula más afectuosa que nunca lo fueron sus propios hijos, y llamaba hermanitos a Amaranta y a Arcadio, y tío a Aureliano y abuelito a José Arcadio Buendía. De modo que terminó por merecer tanto como los otros el nombre de Rebeca Buendía, el único que tuvo siempre y que llevó con dignidad hasta la muerte.

Una noche, por la época en que Rebeca se curó del vicio de comer tierra y fue llevada a dormir en el cuarto de los otros niños, la india que dormía con ellos despertó por casualidad y oyó un extraño ruido intermitente en el rincón. Se incorporó alarmada, creyendo que había entrado un animal en el cuarto, y entonces vio a Rebeca en el mecedor, chupándose el dedo y con los ojos alumbrados como los de un gato en la oscuridad. Pasmada de terror, atribulada por la fatalidad de su destino, Visitación reconoció en esos ojos los síntomas de la enfermedad cuya amenaza los había obligado, a ella y a su hermano, a desterrarse para siempre de un reino milenario en el cual eran príncipes. Era la peste del insomnio.

Cataure, el indio, no amaneció en la casa. Su hermana se quedó, porque su corazón fatalista le indicaba que la dolencia letal había de perseguirla de todos modos hasta el último rincón de la tierra. Nadie entendió la alarma de Visitación. «Si no volvemos a dormir, mejor», decía José Arcadio Buendía, de buen humor. «Así nos rendirá más la vida». Pero la india les explicó que lo más temible de la enfermedad del insomnio no era la imposibilidad de dormir, pues el cuerpo no sentía cansancio alguno, sino su inexorable evolución hacia una manifestación más crítica: el olvido. Quería decir que cuando el enfermo se acostumbraba a su estado de vigilia, empezaban a borrarse de su memoria los recuerdos de la infancia, luego el nombre y la noción de las cosas, y por último la identidad de las personas y aun la conciencia del propio ser, hasta hundirse en una especie de idiotez sin pasado. José Arcadio Buendía, muerto de risa, consideró que se trataba de una de tantas dolencias inventadas por la superstición de los indígenas. Pero Úrsula, por si acaso, tomó la precaución de separar a Rebeca de los otros niños.

Al cabo de varias semanas, cuando el terror de Visitación parecía aplacado, José Arcadio Buendía se encontró una noche dando vueltas en la cama sin poder dormir. Úrsula, que también había despertado, le preguntó qué le pasaba, y él le contestó: «Estoy pensando otra vez en Prudencio Aguilar». No durmieron un minuto, pero al día siguiente se sentían tan descansados que se olvidaron de la mala noche. Aureliano comentó asombrado a la hora del almuerzo que se sentía muy bien a pesar de que había pasado toda la noche en el laboratorio dorando un prendedor que pensaba regalarle a Úrsula el día de su cumpleaños. No se alarmaron hasta el tercer día, cuando a la hora de acostarse se sintieron sin sueño, y cayeron en la cuenta de que llevaban más de cincuenta horas sin dormir.

—Los niños también están despiertos —dijo la india con su convicción fatalista—. Una vez que entra en la casa, nadie escapa a la peste.

Habían contraído, en efecto, la enfermedad del insomnio. Úrsula, que había aprendido de su madre el valor medicinal de las plantas, preparó e hizo beber a todos un brebaje de atónito, pero no consiguieron dormir, sino que estuvieron todo el día soñando despiertos. En ese estado de alucinada lucidez no solo veían las imágenes de sus propios sueños, sino que los unos veían las imágenes soñadas por los otros. Era como si la casa se hubiera llenado de visitantes. Sentada en su mecedor en un rincón de la cocina, Rebeca soñó que un hombre muy parecido a ella, vestido de lino blanco y con el cuello de la camisa cerrado por un botón de oro, le llevaba un ramo de rosas. Lo acompañaba una mujer de manos delicadas que separó una rosa y se la puso a la niña en el pelo. Úrsula comprendió que el hombre y la mujer eran los padres de Rebeca, pero aunque hizo un grande esfuerzo por reconocerlos, confirmó su certidumbre de que nunca los había visto. Mientras tanto, por un descuido que José Arcadio Buendía no se perdonó jamás, los animalitos de caramelo fabricados en la casa seguían siendo vendidos en el pueblo. Niños y adultos chupaban encantados los deliciosos gallitos verdes del insomnio, los exquisitos peces rosados del insomnio y los tiernos caballitos amarillos del insomnio, de modo que el alba del lunes sorprendió despierto a todo el pueblo. Al principio nadie se alarmó. Al contrario, se alegraron de no dormir, porque entonces había tanto que hacer en Macondo que el tiempo apenas alcanzaba. Trabajaron tanto, que pronto no tuvieron nada más que hacer, y se encontraron a las tres de la madrugada con los brazos cruzados, contando el número de notas que tenía el valse de los relojes. Los que querían dormir, no por cansancio sino por nostalgia de los sueños, recurrieron a toda clase de métodos agotadores. Se reunían a conversar sin tregua, a repetirse durante horas y horas los mismos chistes, a complicar hasta los límites de la exasperación el cuento del gallo capón, que era un juego infinito en que el narrador preguntaba si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que sí, el narrador decía que no había pedido que dijeran que sí, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que no, el narrador decía que no les había pedido que dijeran que no, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando se quedaban callados el narrador decía que no les había pedido que se quedaran callados, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y nadie podía irse, porque el narrador decía que no les había pedido que se fueran, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y así sucesivamente, en un círculo vicioso que se prolongaba por noches enteras.

Cuando José Arcadio Buendía se dio cuenta de que la peste había invadido el pueblo, reunió a los jefes de familia para explicarles lo que sabía sobre la enfermedad del insomnio, y se acordaron medidas para impedir que el flagelo se propagara a otras poblaciones de la ciénaga. Fue así como les quitaron a los chivos las campanitas que los árabes cambiaban por guacamayas, y se pusieron a la entrada del pueblo a disposición de quienes desatendían los consejos y súplicas de los centinelas e insistían en visitar la población. Todos los forasteros que por aquel tiempo recorrían las calles de Macondo tenían que hacer sonar su campanita para que los enfermos supieran que estaban sanos. No se les permitía comer ni beber nada durante su estancia, pues no había duda de que la enfermedad solo se transmitía por la boca, y todas las cosas de comer y de beber estaban contaminadas de insomnio. En esa forma se mantuvo la peste circunscrita al perímetro de la población. Tan eficaz fue la cuarentena, que llegó el día en que la situación de emergencia se tuvo por cosa natural, y se organizó la vida de tal modo que el trabajo recobró su ritmo y nadie volvió a preocuparse por la inútil costumbre de dormir.

Fue Aureliano quien concibió la fórmula que había de defenderlos durante varios meses de las evasiones de la memoria. La descubrió por casualidad. Insomne experto, por haber sido uno de los primeros, había aprendido a la perfección} el arte de la platería. Un día estaba buscando el pequeño yunque que utilizaba para laminar los metales, y no recordó su nombre. Su padre se lo dijo: «tas». Aureliano escribió el nombre en un papel que pegó con goma en la base del yunquecito: tas, Así estuvo seguro de no olvidarlo en el futuro. No se le ocurrió que fuera aquella la primera manifestación del olvido, porque el objeto tenía un nombre difícil de recordar. Pero pocos días después descubrió que tenía dificultades para recordar casi todas las cosas del laboratorio. Entonces las marcó con el nombre respectivo, de modo que le bastaba con leer la inscripción para identificarlas. Cuando su padre le comunicó su alarma por haber olvidado hasta los hechos más impresionantes de su niñez, Aureliano le explicó su método, y José Arcadio Buendía lo puso en práctica en toda la casa y más tarde lo impuso a todo el pueblo. Con un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola. Fue al corral y marcó los animales y las plantas: vaca, chivo, puerco, gallina, yuca, malanga, guineo. Poco a poco, estudiando las infinitas posibilidades del olvido, se dio cuenta de que podía llegar un día en que se reconocieran las cosas por sus inscripciones, pero no se recordara su utilidad. Entonces fue más explícito. El letrero que colgó en la cerviz de la vaca era una muestra ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo estaban dispuestos a luchar contra el olvido: Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche. Así continuaron viviendo en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras, pero que había de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita.

En la entrada del camino de la ciénaga se había puesto un anuncio que decía Macondo y otro más grande en la calle central que decía Dios existe. En todas las casas se habían escrito claves para memorizar los objetos y los sentimientos. Pero el sistema exigía tanta vigilancia y tanta fortaleza moral, que muchos sucumbieron al hechizo de una realidad imaginaria, inventada por ellos mismos, que les resultaba menos práctica pero más reconfortante. Pilar Ternera fue quien más contribuyó a popularizar esa mistificación, cuando concibió el artificio de leer el pasado en las barajas como antes había leído el futuro. Mediante ese recurso, los insomnes empezaron a vivir en un mundo construido por las alternativas inciertas de los naipes, donde el padre se recordaba apenas como el hombre moreno que había llegado a principios de abril y la madre se recordaba apenas como la mujer trigueña que usaba un anillo de oro en la mano izquierda, y donde una fecha de nacimiento quedaba reducida al último martes en que cantó la alondra en el laurel. Derrotado por aquellas prácticas de consolación, José Arcadio Buendía decidió entonces construir la máquina de la memoria que una vez había deseado para acordarse de los maravillosos inventos de los gitanos. El artefacto se fundaba en la posibilidad de repasar todas las mañanas, y desde el principio hasta el fin, la totalidad de los conocimientos adquiridos en la vida. Lo imaginaba como un diccionario giratorio que un individuo situado en el eje pudiera operar mediante una manivela, de modo que en pocas horas pasaran frente a sus ojos las nociones más necesarias para vivir. Había logrado escribir cerca de catorce mil fichas, cuando apareció por el camino de la ciénaga un anciano estrafalario con la campanita triste de los durmientes, cargando una maleta ventruda amarrada con cuerdas y un carrito cubierto de trapos negros. Fue directamente a la casa de José Arcadio Buendía.

Visitación no lo conoció al abrirle la puerta, y pensó que llevaba el propósito de vender algo, ignorante de que nada podía venderse en un pueblo que se hundía sin remedio en el tremedal del olvido. Era un hombre decrépito. Aunque su voz estaba también cuarteada por la incertidumbre y sus manos parecían dudar de la existencia de las cosas, era evidente que venía del mundo donde todavía los hombres podían dormir y recordar. José Arcadio Buendía lo encontró sentado en la sala, abanicándose con un remendado sombrero negro, mientras leía con atención compasiva los letreros pegados en las paredes. Lo saludó con amplias muestras de afecto, temiendo haberlo conocido en otro tiempo y ahora no recordarlo. Pero el visitante advirtió su falsedad. Se sintió olvidado, no con el olvido remediable del corazón, sino con otro olvido más cruel e irrevocable que él conocía muy bien, porque era el olvido de la muerte. Entonces comprendió. Abrió la maleta atiborrada de objetos indescifrables, y de entre ellos sacó un maletín con muchos frascos. Le dio a beber a José Arcadio Buendía una sustancia de color apacible, y la luz se hizo en su memoria. Los ojos se le humedecieron de llanto, antes de verse a sí mismo en una sala absurda donde los objetos estaban marcados, y antes de avergonzarse de las solemnes tonterías escritas en las paredes, y aun antes de reconocer al recién llegado en un deslumbrante resplandor de alegría. Era Melquíades.

Mientras Macondo celebraba la reconquista de los recuerdos, José Arcadio Buendía y Melquíades le sacudieron el polvo a su vieja amistad. El gitano iba dispuesto a quedarse en el pueblo. Había estado en la muerte, en efecto, pero había regresado porque no pudo soportar la soledad. Repudiado por su tribu, desprovisto de toda facultad sobrenatural como castigo por su fidelidad a la vida, decidió refugiarse en aquel rincón del mundo todavía no descubierto por la muerte, dedicado a la explotación de un laboratorio de daguerrotipia. José Arcadio Buendía no había oído hablar nunca de ese invento. Pero cuando se vio a sí mismo y a toda su familia plasmados en una edad eterna sobre una lámina de metal tornasol, se quedó mudo de estupor. De esa época databa el oxidado daguerrotipo en el que apareció José Arcadio Buendía con el pelo erizado y ceniciento, el acartonado cuello de la camisa prendido con un botón de cobre, y una expresión de solemnidad asombrada, y que Úrsula describía muerta de risa como «un general asustado». En verdad, José Arcadio Buendía estaba asustado la diáfana mañana de diciembre en que le hicieron el daguerrotipo, porque pensaba que la gente se iba gastando poco a poco a medida que su imagen pasaba a las placas metálicas. Por una curiosa inversión de la costumbre, fue Úrsula quien le sacó aquella idea de la cabeza, como fue también ella quien olvidó sus antiguos resquemores y decidió que Melquíades se quedara viviendo en la casa, aunque nunca permitió que le hicieran un daguerrotipo porque (según sus propias palabras textuales) no quería quedar para burla de sus nietos. Aquella mañana vistió a los niños con sus ropas mejores, les empolvó la cara y les dio una cucharada de jarabe de tuétano a cada uno para que pudieran permanecer absolutamente inmóviles durante casi dos minutos frente a la aparatosa cámara de Melquíades. En el daguerrotipo familiar, el único que existió jamás, Aureliano apareció vestido de terciopelo negro, entre Amaranta y Rebeca. Tenía la misma languidez y la misma mirada clarividente que había de tener años más tarde frente al pelotón de fusilamiento. Pero aún no había sentido la premonición de su destino. Era un orfebre experto, estimado en toda la ciénaga por el preciosismo de su trabajo. En el taller que compartía con el disparatado laboratorio de Melquíades, apenas si se le oía respirar. Parecía refugiado en otro tiempo, mientras su padre y el gitano interpretaban a gritos las predicciones de Nostradamus, entre un estrépito de frascos y cubetas, y el desastre de los ácidos derramados y el bromuro de plata perdido por los codazos y traspiés que daban a cada instante. Aquella consagración al trabajo, el buen juicio con que administraba sus intereses, le habían permitido a Aureliano ganar en poco tiempo más dinero que Úrsula con su deliciosa fauna de caramelo, pero todo el mundo se extrañaba de que fuera ya un hombre hecho y derecho y no se le hubiera conocido mujer. En realidad no la había tenido.

Meses después volvió Francisco el Hombre, un anciano trotamundos de casi 200 años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo. En ellas, Francisco el Hombre relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario, desde Manaure hasta los confines de la ciénaga, de modo que si alguien tenía un recado que mandar o un acontecimiento que divulgar, le pagaba dos centavos para que lo incluyera en su repertorio. Fue así como se enteró Úrsula de la muerte de su madre, por pura casualidad, una noche que escuchaba las canciones con la esperanza de que dijeran algo de su hijo José Arcadio. Francisco el Hombre, así llamado porque derrotó al diablo en un duelo de improvisación de cantos, y cuyo verdadero nombre no conoció nadie, desapareció de Macondo durante la peste del insomnio y una noche reapareció sin ningún anuncio en la tienda de Catarino. Todo el pueblo fue a escucharlo para saber qué había pasado en el mundo. En esa ocasión llegaron con él una mujer tan gorda que cuatro indios tenían que llevarla cargada en un mecedor, y una mulata adolescente de aspecto desamparado que la protegía del sol con un paraguas. Aureliano fue esa noche a la tienda de Catarino. Encontró a Francisco el Hombre, como un camaleón monolítico, sentado en medio de un círculo de curiosos. Cantaba las noticias con su vieja voz descordada, acompañándose con el mismo acordeón arcaico que le regaló sir Walter Raleigh en la Guayana, mientras llevaba el compás con sus grandes pies caminadores agrietados por el salitre. Frente a una puerta del fondo por donde entraban y salían algunos hombres, estaba sentada y se abanicaba en silencio la matrona del mecedor. Catarino, con una rosa de fieltro en la oreja, vendía a la concurrencia tazones de guarapo fermentado, y aprovechaba la ocasión para acercarse a los hombres y ponerles la mano donde no debía. Hacia la media noche el calor era insoportable. Aureliano escuchó las noticias hasta el final sin encontrar ninguna que le interesara a su familia. Se disponía a regresar a casa cuando la matrona le hizo una señal con la mano.

—Entra tú también —le dijo—. Solo cuesta veinte centavos.

Aureliano echó una moneda en la alcancía que la matrona tenía en las piernas y entró en el cuarto sin saber para qué. La mulata adolescente, con sus teticas de perra, estaba desnuda en la cama. Antes de Aureliano, esa noche, sesenta y tres hombres habían pasado por el cuarto. De tanto ser usado, y amasado en sudores y suspiros, el aire de la habitación empezaba a convertirse en lodo. La muchacha quitó la sábana empapada y le pidió a Aureliano que la tuviera de un lado. Pesaba como un lienzo. La exprimieron, torciéndola por los extremos, hasta que recobró su peso natural. Voltearon la estera, y el sudor salía del otro lado. Aureliano ansiaba que aquella operación no terminara nunca. Conocía la mecánica teórica del amor, pero no podía tenerse en pie a causa del desaliento de sus rodillas, y aunque tenía la piel erizada y ardiente no podía resistir a la urgencia de expulsar el peso de las tripas.

Cuando la muchacha acabó de arreglar la cama y le ordenó que se desvistiera, él le hizo una explicación atolondrada: «Me hicieron entrar. Me dijeron que echara veinte centavos en la alcancía y que no me demorara». La muchacha comprendió su ofuscación. «Si echas otros veinte centavos a la salida, puedes demorarte un poco más», dijo suavemente. Aureliano se desvistió, atormentado por el pudor, sin poder quitarse la idea de que su desnudez no resistía la comparación con su hermano. A pesar de los esfuerzos de la muchacha, él se sintió cada vez más indiferente, y terriblemente solo. «Echaré otros veinte centavos», dijo con voz desolada. La muchacha se lo agradeció en silencio. Tenía la espalda en carne viva. Tenía el pellejo pegado a las costillas y la respiración alterada por un agotamiento insondable. Dos años antes, muy lejos de allí, se había quedado dormida sin apagar la vela y había despertado cercada por el fuego. La casa donde vivía con la abuela que la había criado quedó reducida a cenizas. Desde entonces la abuela la llevaba de pueblo en pueblo, acostándola por veinte centavos, para pagarse el valor de la casa incendiada. Según los cálculos de la muchacha, todavía le faltaban unos diez años de setenta hombres por noche, porque tenía que pagar además los gastos de viaje y alimentación de ambas y el sueldo de los indios que cargaban el mecedor. Cuando la matrona tocó la puerta por segunda vez, Aureliano salió del cuarto sin haber hecho nada, aturdido por el deseo de llorar. Esa noche no pudo dormir pensando en la muchacha, con una mezcla de deseo y conmiseración. Sentía una necesidad irresistible de amarla y protegerla. Al amanecer, extenuado por el insomnio y la fiebre, tomó la serena decisión de casarse con ella para liberarla del despotismo de la abuela y disfrutar todas las noches de la satisfacción que ella les daba a setenta hombres. Pero a las diez de la mañana, cuando llegó a la tienda de Catarino, la muchacha se había ido del pueblo.

El tiempo aplacó su propósito atolondrado, pero agravó su sentimiento de frustración. Se refugió en el trabajo. Se resignó no a ser un hombre sin mujer toda la vida para ocultar la vergüenza de su inutilidad. Mientras tanto, Melquíades germinó de plasmar en sus placas todo lo que era plasmable en Macondo, y abandonó el laboratorio de daguerrotipia a los delirios de José Arcadio Buendía, quien había resuelto utilizarlo para obtener la prueba científica de la existencia de Dios. Mediante un complicado proceso de exposiciones superpuestas tomadas en distintos lugares de la casa, estaba seguro de hacer tarde o temprano el daguerrotipo de Dios, si existía, o poner término de una vez por codas a la suposición de su existencia. Melquíades profundizó en las interpretaciones de Nostradamus. Estaba hasta muy tarde, asfixiándose dentro de su descolorido chaleco de terciopelo, garrapateando papeles con sus minúsculas manos de gorrión, cuyas sortijas habían perdido la lumbre de otra época. Una noche creyó encontrar una predicción sobre el futuro de Macondo. Sería una ciudad luminosa, con grandes casas de vidrio, donde no quedaba ningún rastro de la estirpe de los Buendía. «Es una equivocación», tronó José Arcadio Buendía. «No serán casas de vidrio sino de hielo, como yo lo soñé, y siempre habrá un Buendía, por los siglos de los siglos». En aquella casa extravagante, Úrsula pugnaba por preservar el sentido común, habiendo ensanchado el negocio de animalitos de caramelo con un horno que producía toda la noche canastos y canastos de pan y una prodigiosa variedad de pudines, merengues y bizcochuelos, que se esfumaban en pocas horas por los vericuetos de la ciénaga. Había llegado a una edad en que tenía derecho a descansar, pero era, sin embargo, cada vez más activa. Tan ocupada estaba en sus prósperas empresas, que una tarde miró por distracción hacia el patio, mientras la india la ayudaba a endulzar la masa, y vio dos adolescentes desconocidas y hermosas bordando en bastidor a la luz del crepúsculo. Eran Rebeca y Amaranta. Apenas se habían quitado el luto de la abuela, que guardaron con inflexible rigor durante tres años, y la ropa de color parecía haberles dado un nuevo lugar en el mundo. Rebeca, al contrario de lo que pudo esperarse, era la más bella. Tenía un cutis diáfano, unos ojos grandes y reposados, y unas manos mágicas que parecían elaborar con hilos invisibles la trama del bordado. Amaranta, la menor, era un poco sin gracia, pero tenía la distinción natural, el estiramiento interior de la abuela muerta. Junto a ellas, aunque ya revelaba el impulso físico de su padre, Arcadio parecía un niño. Se había dedicado a aprender el arte de la platería con Aureliano, quien además lo había enseñado a leer y escribir. Úrsula se dio cuenta de pronto que la casa se había llenado de gente, que sus hijos estaban a punto de casarse y tener hijos, y que se verían obligados a dispersarse por falta de espacio. Entonces sacó el dinero acumulado en largos años de dura labor, adquirió compromisos con sus clientes, y emprendió la ampliación de la casa. Dispuso que se construyera una sala formal para las visitas, otra más cómoda y fresca para el uso diario, un comedor para una mesa de doce puestos donde se sentara la familia con todos sus invitados; nueve dormitorios con ventanas hacia el patio y un largo corredor protegido del resplandor del mediodía por un jardín de rosas, con un pasamanos para poner macetas de helechos y tiestos de begonias. Dispuso ensanchar la cocina para construir dos hornos, destruir el viejo granero donde Pilar Ternera le leyó el porvenir a José Arcadio, y construir otro dos veces más grande para que nunca faltaran los alimentos en la asa. Dispuso construir en el patio, a la sombra del castaño, un baño para las mujeres y otro para los hombres, y al fondo una caballeriza grande, un gallinero alambrado, un establo de ordeña y una pajarera abierta a los cuatro vientos para que se instalaran a su gusto los pájaros sin rumbo. Seguida por docenas de albañiles y carpinteros, como si hubiera contraído la fiebre alucinante de su esposo, Úrsula ordenaba la posición de la luz y la conducta del calor, y repartía el espacio sin el menor sentido de sus límites. La primitiva construcción de los fundadores se llenó de herramientas y materiales, de obreros agobiados por el sudor, que le pedían a todo el mundo el favor de no estorbar, sin pensar que eran ellos quienes estorbaban, exasperados por el talego de huesos humanos que los perseguía por todas partes con su sordo cascabeleo. En aquella incomodidad, respirando cal viva y melaza de alquitrán, nadie entendió muy bien cómo fue surgiendo de las entrañas (le la tierra no solo la casa más grande que habría nunca en el pueblo, sino la más hospitalaria y fresca que hubo jamás en el ámbito de la ciénaga. José Arcadio Buendía, tratando (le sorprender a la Divina Providencia en medio del cataclismo, fue quien menos lo entendió. La nueva casa estaba casi terminada cuando Úrsula lo sacó de su mundo quimérico para informarle que había orden de pintar la fachada de azul, y no de blanco como ellos querían. Le mostró la disposición oficial escrita en un papel. José Arcadio Buendía, sin comprender lo que decía su esposa, descifró la firma.

—¿Quién es este tipo? —preguntó.
—El corregidor —dijo Úrsula desconsolada—. Dicen que es una autoridad que mandó el gobierno.

Don Apolinar Moscote, el corregidor, había llegado a Macondo sin hacer ruido. Se bajó en el Hotel de Jacob —instalado por uno de los primeros árabes que llegaron haciendo cambalache de chucherías por guacamayas— y al día siguiente alquiló un cuartito con puerta hacia la calle, a dos cuadras de la casa de los Buendía. Puso una mesa y una silla que le compró a Jacob, clavó en la pared un escudo de la república que había traído consigo, y pintó en la puerta el letrero: Corregidor. Su primera disposición fue ordenar que todas las casas se pintaran de azul para celebrar el aniversario de la independencia nacional. José Arcadio Buendía, con la copia de la orden en la mano, lo encontró durmiendo la siesta en una hamaca que había colgado en el escueto despacho. « ¿Usted escribió este papel?», le preguntó. Don Apolinar Moscote, un hombre maduro, tímido, de complexión sanguínea, contestó que sí. «¿Con qué derecho?», volvió a preguntar José Arcadio Buendía. Don Apolinar Moscote buscó un papel en la gaveta de la mesa y se lo mostró: «He sido nombrado corregidor de este pueblo». José Arcadio Buendía ni siquiera miró el nombramiento.

En este pueblo no mandamos con papeles —dijo sin perder la calma— Y para que lo sepa de una vez, no necesitamos ningún corregidor porque aquí no hay nada que corregir.

Ante la impavidez de don Apolinar Moscote, siempre sin levantar la voz, hizo un pormenorizado recuento de cómo habían fundado la aldea, de cómo se habían repartido la tierra, abierto los caminos e introducido las mejoras que les había ido exigiendo la necesidad, sin haber molestado a gobierno alguno y sin que nadie los molestara. «Somos tan pacíficos que ni siquiera nos hemos muerto de muerte natural», dijo. «Ya ve que todavía no tenemos cementerio». No se dolió de que el gobierno no los hubiera ayudado. Al contrario, se alegraba de que hasta entonces los hubiera dejado crecer en paz, y esperaba que así los siguiera dejando, porque ellos no habían fundado un pueblo para que el primer advenedizo les fuera a decir lo que debían hacer. Don Apolinar Moscote se había puesto un saco de dril, blanco como sus pantalones, sin perder en ningún momento la pureza de sus ademanes.

—De modo que si usted se quiere quedar aquí, como otro ciudadano común y corriente, sea muy bienvenido —concluyó José Arcadio Buendía—. Pero si viene a implantar el desorden obligando a la gente que pinte su casa de azul, puede agarrar sus corotos y largarse por donde vino. Porque mi casa ha de ser blanca como una paloma.

Don Apolinar Moscote se puso pálido. Dio un paso atrás y apretó las mandíbulas para decir con una cierta aflicción:

—Quiero advertirle que estoy armado.

José Arcadio Buendía no supo en qué momento se le subió a las manos la fuerza juvenil con que derribaba un caballo. Agarró a don Apolinar Moscote por la solapa y lo levantó a la altura de sus ojos.

—Esto lo hago le dijo— porque prefiero cargarlo vivo y no tener que seguir cargándolo muerto por el resto de mi vida.

Así lo llevó por la mitad de la calle, suspendido por las solapas, hasta que lo puso sobre sus dos pies en el camino de la ciénaga. Una semana después estaba de regreso con seis soldados descalzos y harapientos, armados con escopetas, y una carreta de bueyes donde viajaban su mujer y sus siete hijas. Más tarde llegaron otras dos carretas con los muebles, los baúles y los utensilios domésticos. Instaló la familia en el Hotel de Jacob, mientras conseguía una casa, y volvió a abrir el despacho protegido por los soldados. Los fundadores de Macondo, resueltos a expulsar a los invasores, fueron con sus hijos mayores a ponerse a disposición de José Arcadio Buendía. Pero él se opuso, según explicó, porque don Apolinar Moscote había vuelto con su mujer y sus hijas, y no era cosa de hombres abochornar a otros delante de su familia. Así que decidió arreglar la situación por las buenas.

Aureliano lo acompañó. Ya para entonces había empezado a cultivar el bigote negro de puntas engomadas, y tenía la voz un poco estentórea que había de caracterizarlo en la guerra. Desarmados, sin hacer caso de la guardia, entraron al despacho del corregidor. Don Apolinar Moscote no perdió la serenidad. Les presentó a dos de sus hijas que se encontraban allí por casualidad: Amparo, de 16 años, morena como su madre, y Remedios, de apenas nueve años, una preciosa niña con piel de lirio y ojos verdes. Eran graciosas y bien educadas. Tan pronto como ellos entraron, antes de ser presentadas, les acercaron sillas para que se sentaran. Pero ambos permanecieron de pie.

—Muy bien, amigo —dijo José Arcadio Buendía; usted se queda aquí, pero no porque tenga en la puerta esos bandoleros de trabuco, sino por consideración a su señora esposa y a sus hijas.

Don Apolinar Moscote se desconcertó, pero José Arcadio Buendía no le dio tiempo de replicar. «Solo le ponemos dos condiciones», agregó. «La primera: que cada quien pinta su casa del color que le dé la gana. La segunda: que los soldados se van en seguida. Nosotros le garantizamos el orden». El corregidor levantó la mano derecha con todos los dedos extendidos.

—¿Palabra de honor? Palabra de enemigo —dijo José Arcadio Buendía. Y añadió en un tono amargo—: Porque una cosa le quiero decir: usted y yo seguimos siendo enemigos.

Esa misma tarde se fueron los soldados. Pocos días después José Arcadio Buendía le consiguió una casa a la familia del corregidor. Todo el mundo quedó en paz, menos Aureliano. La imagen de Remedios, la hija menor del corregidor, que por su edad hubiera podido ser hija suya, le quedó doliendo en alguna parte del cuerpo. Era una sensación física que casi le molestaba para caminar, como una piedrecita en el zapato.

CIEN AÑOS DE SOLEDAD. GABRIEL GARCÍA  MÁRQUEZ